Bueno, aquí os traigo un nuevo relato. Espero que lo disfrutéis. ¡Un besín! :)
Llegaba tarde a la cita, muy
tarde. Aquella semana había sido tan terriblemente caótica entre exámenes,
trabajos y deberes de la universidad, que apenas había tenido tiempo para
dormir. Por eso, justo después de comer me había metido la cama, con la
intención de “descansar la vista un rato”. Un rato, que había acabado
convirtiéndose en dos horas de siesta.
Eché a correr calle abajo,
escuchando de fondo el repiqueteante sonido de mis tacones de aguja golpeando
contra la acera. Durante todo el trayecto, no dejaba de maldecirme a mí misma
por ser tan estúpida. Aquella tarde, tras haber saltado de la cama al darme
cuenta de la hora que era, se me había ocurrido la “brillante” idea de ponerme
esos zapatos asesinos para disimular mi escasa estatura. Sin duda, aquello
había sido un terrible blonde moment,
que por la cuenta que me traía no volvería a repetirse en un futuro cercano.
Incrementé la velocidad, pero
teniendo en cuenta que siempre había suspendido la Educación Física
en el instituto, es más que evidente que esto no supuso un cambio sustancial.
Cada vez me costaba más respirar debido a que mi cuerpo no estaba acostumbrado
a hacer ejercicio, y aquella tarde le estaba dando bastante caña.
Unas finas gotas de agua
comenzaron a empapar mi rostro. Sencillamente
genial. Estaba empezando a llover. Una de esas gotas me entró en un ojo,
haciendo que mi a de por sí deficiente visión (sí, me había dejado en casa las
malditas gafas) se nublara todavía más. Fue por eso que no vi la condenada cáscara
de plátano hasta que ya fue demasiado tarde.
—
¡Joder! — maldije a pleno pulmón, con toda la
rabia de mi ser. Una ancianita que pasaba por la calle con su nieto pequeño se
quedó mirándome con desaprobación, aunque todavía hoy no sé si fue por el taco
que solté, por la forma en que lo solté o por el estado tan patético en el que
me hallaba: despatarrada en medio de la calle, con toda la ropa manchada por el
maldito plátano…
¡Mierda,
el puto plátano de las narices me había puesto perdida! Apoyé las manos en el
duro pavimento de la calle para tomar impulso y poder levantarme. Big mistake. La muñeca derecha comenzó a
dolerme horrores, como si me la hubiera roto…
Fuckin’ shit! Aquello no podía ir peor.
— Ey, tía, ¿te has hecho daño?
O tal
vez sí que podía ir a peor…
Giré la
cabeza en dirección hacia donde provenía la profunda voz de aquel chico, para
encontrarme de lleno con una mirada castaña, que me observaba, entre divertido
y preocupado, desde las alturas.
— Yo…
Ah… No lo sé — balbuceé sin saber muy bien qué decir.
Genial,
sencillamente genial. Encima de que alguien trataba de ayudarme, yo era tan
imbécil que me quedaba bloqueada.
El
chico soltó una suave carcajada.
— Te
has dado un buen golpe en la cabeza contra el suelo, y la muñeca y el tobillo
tienen un aspecto bastante feo. Tal vez deberías ir a que te examine un médico.
Sí,
definitivamente la cita con Jeremy quedaba más que cancelada.
—
¿Necesitas ayuda para levantarte? — me preguntó el chico suavemente.
“¿A ti
qué te parece?”, pensé con sarcasmo.
— Sí,
la verdad es que sí.
El
chico esbozó una dulce sonrisa antes de inclinarse sobre mí y agarrarme
suavemente por la cintura, ayudándome a que me pusiera en pie.
— ¿Cómo
se te ocurre salir de casa con semejantes tacones? — inquirió estupefacto — Y
encima en un día de lluvia.
— Se
suponía que hoy no iba a llover,
¿sabes? Además, había quedado con… En fin, ya da igual, así que…
El
chico se quedó mirándome con una mueca de comprensión, aunque lo cierto es que
ese gesto, en lugar de reconfortarme me crispó todavía más. No quería que nadie
sintiera lástima por mí, lo que realmente quería volver atrás en el tiempo para
poder salir de casa media hora antes. Y sobre todo, ¡quería llegar a tiempo a
la maldita cita con Jeremy!
—
¿Sabes? Creo que lo mejor será que te quites los zapatos — apuntó seriamente —
El tobillo se te está empezando a hinchar y no creo que…
— ¡Pero
no voy a ir por la calle descalza!
El
chico pareció pensarlo unos segundos, antes de que una tímida media sonrisa
comenzara a dibujarse en sus labios.
— Puedo
llevarte en brazos.
Aquella
sugerencia tan surrealista como atrevida por su parte hizo que mis blancas
mejillas adquirieran un peligroso tono escarlata. Definitivamente aquella tarde
no debería haberme levantado de la siesta…
— Mira,
tío, yo te agradezco mucho que…
Antes
siquiera de haber podido acabar aquella frase, me agarró con más fuerza de la
cintura y se inclinó para pasarme el brazo libre por detrás de mis tobillos. Me
acomodó entre sus brazos y me obligó a que rodeara su cuello con los míos.
Sí,
estaba bien jodida. Con la suerte que tenía aquella tarde, ese tío seguramente
sería un violador, un asesino en serie o incluso el hombre del saco. En menos
de lo cantaba un gallo, estaría bajo tierra, en el cementerio del pueblo
criando malvas. No viviría para graduarme en la universidad, ni para tener
hijos, ni para escribir un libro… Y lo que era aún más grave, ¡no vería la
siguiente temporada de True Blood!
El
chico, además de violador, parecía ser lector de mentes, porque como si hubiera
sabido exactamente lo que estaba pensando, replicó en un intento por calmarme:
— No
quiero que te sientas incómoda. Ya sé que no nos conocemos de nada, pero te
aseguro que sólo intento ayudar. No pretendo secuestrarte ni vender tu cuerpo a
la mafia rusa.
— ¿Ni
tampoco vas a matarme, descuartizarme y comerte mis órganos internos después de
haberlos asado al horno?
El
chico soltó una sonora carcajada que hizo vibrar la suave piel de su garganta.
Vibración que se transmitió a los dedos de mi mano, en un eléctrico hormigueo
que me recorrió toda la columna vertebral.
Caí
entonces en la cuenta de que apenas me había fijado en el hombre que tantas
licencias se estaba tomando conmigo. Ni siquiera sabía su nombre. Sólo que
tenía una suave y lacia cabellera castaña clara y unos enigmáticos ojos del
mismo color. Era de constitución delgada, hecho que acentuaba el llevar una
holgada y gastada camiseta de los Beatles.
— Ya sé
que soy irresistible, pero si no dejas de recorrer mi cuerpo con esa ardiente
mirada, vas a hacer que me ruborice — intervino entonces con cierto sarcasmo,
haciendo que la que se ruborizara fuera yo.
“Por
favor, que el hospital no esté muy lejos”, rogué en silencio.
—
¿Sabes? Esta mañana me desperté con la extraña sensación de que iba a ser un
día realmente aburrido. Pero lo cierto es que si obviamos el hecho de que las
clases de la universidad han sido un coñazo infumable, no ha sido tan malo.
Debo
admitir que el brillo de su sonrisa Profident
me deslumbró durante unos segundos. No se podía decir que aquel chico fuera muy
atractivo, de hecho, era más bien del montón, pero tenía un algo que hechizaba…
¡Un
momento! ¿No debería estar pensando en Jeremy, el chico mono de mi facultad? ¡Y
ni siquiera lo había llamado para decirle que cancelábamos la cita!
— Hemos
llegado — anunció el chico, subiendo las escaleras que separaban la puerta de
la institución de la calle. Aunque parecía un esmirriado y debilucho, estaba
fuerte. De otro modo, no habría podido cargar conmigo todo el camino.
“Y
parece que después de todo, no es un asesino caníbal”, pensé con cierto alivio,
soltando un profundo suspiro en mi fuero interno.
Nos
hicieron esperar tres largas horas en la sala de espera del hospital antes de
que me atendieran. El servicio de urgencias era una maldita vergüenza. Si los
gobiernos invirtieran más en sanidad y educación y menos en chorradas que no
sirven para nada, y con las que los ciudadanos ni siquiera están de acuerdo, el
mundo sería un lugar mejor. Claro que lo mejor para todos realmente sería que
no hubiera gobiernos.
— ¿Has
visto a esa mujer de ahí? — me dijo el chico de repente — Ha llegado después
que nosotros y la atienden antes. Seguro que se acuesta con el jefe de
personal.
No pude
evitar soltar estruendosa carcajada, que hizo varias personas de la sala se
giraran para descubrir qué me resultaba tan gracioso. El chico se echó a reír
también, una risa ligera y cantarina como el dulce fluir de la cascada de un
río en mitad de una montaña.
— ¿Qué
carrera estás estudiando? — preguntó de repente.
—
Filosofía. ¿Y tú?
—
Historia — replicó, esbozando una sonrisa coqueta —. Ambos somos de letras
puras. Y con carreras que la mayoría de la gente considera un coñazo infumable.
— La
gente es idiota. Y bastante inculta también.
Un rato
después, anunciaron mi nombre por megafonía y el chico me acompañó hasta la
sección de traumatología. Me hicieron unas cuantas placas y resultó que tenía
la muñeca rota y el tobillo torcido. Por suerte, no me había hecho nada en la
cabeza, aparte de un enorme chichón.
— ¿Te
apetece ir a tomar un café? — sugirió esperanzado, cuando hubimos acabado con
todos los trámites — Podríamos ir al Starbucks que hay frente al hospital.
Lo
cierto es que no me apetecía separarme de él tan pronto. Me sentía muy cómoda
en su presencia, más que eso, me hacía reír con sus ocurrencias y sentía que
podía hablar con él de cualquier cosa. Era más que deleitante estar en su
compañía.
— Sí,
¿por qué no? Me apetece mucho — repliqué, esbozando una sonrisa un tanto
forzada. A pesar de que ese chico me caía muy bien y de que no tenía nada serio
con Jeremy, no podía evitar sentirme como si lo estuviera traicionando.
El
chico sonrió a su vez y me cogió tímidamente de la mano, con la excusa de que
quería ayudarme a caminar. Y la verdad es que el contacto con la cálida piel de
su mano no me molestó lo más mínimo. De hecho, fue realmente agradable.
— Por
cierto — dije cuando ya estuvimos dentro del local —, no me has dicho todavía
cómo te llamas.
El
chico esbozó una sonrisa divertida.
— Me
llamo Daniel. Pero todo el mundo me llama Dani. ¿Y tú?
— Yo me
llamo Gina.
—
Bonito nombre — replicó con una intensa mirada.
— El
tuyo también.
Y a
pesar de que acabábamos de conocernos y de que seguramente no volveríamos a vernos
nunca más, Dani se inclinó sobre mí, realizando el claro movimiento que precede
al beso, acercando peligrosamente su boca a la mía. Separé mis labios en una
clara invitación que él captó al instante, pero…
… Pero
el estridente chillido de mi bendita madre
me devolvió bruscamente a la cruda realidad.
— ¡Gina,
despierta! ¡Son más de las cinco! ¡Llegas tarde a tu cita con Jeremy!
Me
incorporé en la cama de un salto. ¿Todo había sido un sueño?
— ¡Gina!
— ¡Voy!
— grité, levantándome lentamente la cama.
Los
deslumbrantes tacones de aguja seguían en el oscuro rincón de mi habitación,
justo el lugar donde los había dejado el día de después de mi graduación en el
instituto. No me los había puesto desde entonces, pero algo me decía que iban a
traerme suerte aquella tarde.
Sí,
unos tacones de aguja, una lluvia traicionera y una cáscara de plátano colocada
en un lugar estratégico eran precisamente los ingredientes que necesitaba para
que aquel encuentro fortuito se produjera de nuevo…
A veces los que somos del montón tenemos más posibilidades que los guaperas que seguro que no escuchan a los Beatles y no conoce a White Lion (que por cierto uno de mis lobos (Lion) de un rol es el vocalista del grupo White Lion)... y seguro que no sonríen igual... lo hacen para ligar, no por el mero placer de sonreir.
ResponderEliminarY sobre los tacones... recuerdo como casi se mete una tremenda hostia una amiga en clases... yo la atrapé por la cintura antes que cayera escaleras abajo.
Han pasado más de dos años y aún me acuerdo. Poco después supimos que estaba embarazada... menos mal que la atrapé al vuelo.
Y bueno... yo iba para historia, publicidad o filología hispánica... pero no tenía dinero para salir fuera. Tenía grandes notas y habilidades, pero nada de dinero.
Terminé en un ciclo superior de empresariales, ahora hice uno de secretariado y seguro que termine en uno de comercio si no consigo trabajo.
Me gustó el texto, perfecto para olvidarme que debo seguir con mi proyecto.
iiiiiiiii (LLL)
ResponderEliminarTe he dicho alguna vez que me encanta como escribes? :)
Chica, fantástico como siempre. Ha sido desde luego un encuentro fortuito jajaj Ojalá que se reencuentren ambos en la realidaad.
Un besoo (L)
Es una pena que fuera un sueño. No te digo yo que me he enamorado un poquito del chico "del montón" (?) xDD Genial. :)
ResponderEliminar*.* chico perfecto. Qué pena que fuese un sueño..¿y si fue una premonición?
ResponderEliminarYa me gustaría ser ella, a excepción del tobillo torcido y la muñeca rota xD
Me gusta mucho tu manera de escribir y espero pronto un nuevo relato :)
Besitos <3
Me ha gustado mucho mucho, y me ha matado lo de "Con la suerte que tenía, ese tío seguramente sería un violador, un asesino en serie o incluso el hombre del saco. […] No viviría para graduarme, ni para tener hijos, ni para escribir un libro…. Y lo que era aún más grave, ¡no vería la siguiente temporada de True Blood!" xDD Ha sido genial ^^
ResponderEliminarMuy bien, muy bien, doy mi aprobación a este relato xD
Un beso, K.
¡Me ha encantado! ¡De verdaaaad! Creo que es el relato que más me ha gustado, ha sido superbonito... y con unos puntazos de humor como el "podía ser un violador, un asesino en serio o incluso el hombre del saco"... jajajaja. Y el chico, qué monoso, ¿no? *.*
ResponderEliminarUis, chica, ha estado genial :)
No es la única. Después de este capítulo mostrará parte, contará algo de su vida. Irá contando trozos.
ResponderEliminarRealmente Kurou es lo poco que puede decir que le hizo sentir vivo y feliz. Sho ha vivido malas experiencias que también saldrán. En ese clan nadie se libra de un pasado cruel... ni siquiera Kamijo.
Ha sido muy entretenido este relato quitando de en medio que es un sueño mola que ella empiece a pensar en el peligro justo cuando ya la tiene en brazos. Pobrecita cuando dice que se va a perder True Blood ahora que yo he terminado de verla.
ResponderEliminar