Guy de Maupassant, "Le Horle"

"¿Has pensado que sólo ves la cienmilésima parte de lo que existe? Considera, por ejemplo, el viento, que es la más grande de las fuerzas de la naturaleza. Derriba a los hombres, destruye casas, arranca los árboles de raíz, agita los mares formando olas gigantescas que azotan los acantilados y lanza los barcos contra los peñascos. El viento silba, ruge, brama, incluso mata a veces. ¿Lo has visto? Sin embargo, existe" (Guy de Maupassant, "Le Horle")

sábado, 24 de septiembre de 2011

Encuentro fortuito.

Bueno, aquí os traigo un nuevo relato. Espero que lo disfrutéis. ¡Un besín! :)





Llegaba tarde a la cita, muy tarde. Aquella semana había sido tan terriblemente caótica entre exámenes, trabajos y deberes de la universidad, que apenas había tenido tiempo para dormir. Por eso, justo después de comer me había metido la cama, con la intención de “descansar la vista un rato”. Un rato, que había acabado convirtiéndose en dos horas de siesta.
           
Eché a correr calle abajo, escuchando de fondo el repiqueteante sonido de mis tacones de aguja golpeando contra la acera. Durante todo el trayecto, no dejaba de maldecirme a mí misma por ser tan estúpida. Aquella tarde, tras haber saltado de la cama al darme cuenta de la hora que era, se me había ocurrido la “brillante” idea de ponerme esos zapatos asesinos para disimular mi escasa estatura. Sin duda, aquello había sido un terrible blonde moment, que por la cuenta que me traía no volvería a repetirse en un futuro cercano.  
           
Incrementé la velocidad, pero teniendo en cuenta que siempre había suspendido la Educación Física en el instituto, es más que evidente que esto no supuso un cambio sustancial. Cada vez me costaba más respirar debido a que mi cuerpo no estaba acostumbrado a hacer ejercicio, y aquella tarde le estaba dando bastante caña.

Unas finas gotas de agua comenzaron a empapar mi rostro. Sencillamente genial. Estaba empezando a llover. Una de esas gotas me entró en un ojo, haciendo que mi a de por sí deficiente visión (sí, me había dejado en casa las malditas gafas) se nublara todavía más. Fue por eso que no vi la condenada cáscara de plátano hasta que ya fue demasiado tarde.
           
— ¡Joder! — maldije a pleno pulmón, con toda la rabia de mi ser. Una ancianita que pasaba por la calle con su nieto pequeño se quedó mirándome con desaprobación, aunque todavía hoy no sé si fue por el taco que solté, por la forma en que lo solté o por el estado tan patético en el que me hallaba: despatarrada en medio de la calle, con toda la ropa manchada por el maldito plátano…
           
¡Mierda, el puto plátano de las narices me había puesto perdida! Apoyé las manos en el duro pavimento de la calle para tomar impulso y poder levantarme. Big mistake. La muñeca derecha comenzó a dolerme horrores, como si me la hubiera roto…
           
Fuckin’ shit! Aquello no podía ir peor.
           
—  Ey, tía, ¿te has hecho daño?
           
O tal vez sí que podía ir a peor…
           
Giré la cabeza en dirección hacia donde provenía la profunda voz de aquel chico, para encontrarme de lleno con una mirada castaña, que me observaba, entre divertido y preocupado, desde las alturas.
           
— Yo… Ah… No lo sé — balbuceé sin saber muy bien qué decir.
           
Genial, sencillamente genial. Encima de que alguien trataba de ayudarme, yo era tan imbécil que me quedaba bloqueada.
           
El chico soltó una suave carcajada.
           
— Te has dado un buen golpe en la cabeza contra el suelo, y la muñeca y el tobillo tienen un aspecto bastante feo. Tal vez deberías ir a que te examine un médico.
           
Sí, definitivamente la cita con Jeremy quedaba más que cancelada.
           
— ¿Necesitas ayuda para levantarte? — me preguntó el chico suavemente.
           
“¿A ti qué te parece?”, pensé con sarcasmo.
           
— Sí, la verdad es que sí.
           
El chico esbozó una dulce sonrisa antes de inclinarse sobre mí y agarrarme suavemente por la cintura, ayudándome a que me pusiera en pie.
           
— ¿Cómo se te ocurre salir de casa con semejantes tacones? — inquirió estupefacto — Y encima en un día de lluvia.
           
— Se suponía que hoy no iba a llover, ¿sabes? Además, había quedado con… En fin, ya da igual, así que…
           
El chico se quedó mirándome con una mueca de comprensión, aunque lo cierto es que ese gesto, en lugar de reconfortarme me crispó todavía más. No quería que nadie sintiera lástima por mí, lo que realmente quería volver atrás en el tiempo para poder salir de casa media hora antes. Y sobre todo, ¡quería llegar a tiempo a la maldita cita con Jeremy!
           
— ¿Sabes? Creo que lo mejor será que te quites los zapatos — apuntó seriamente — El tobillo se te está empezando a hinchar y no creo que…
           
— ¡Pero no voy a ir por la calle descalza!
           
El chico pareció pensarlo unos segundos, antes de que una tímida media sonrisa comenzara a dibujarse en sus labios.
           
— Puedo llevarte en brazos.
           
Aquella sugerencia tan surrealista como atrevida por su parte hizo que mis blancas mejillas adquirieran un peligroso tono escarlata. Definitivamente aquella tarde no debería haberme levantado de la siesta…
           
— Mira, tío, yo te agradezco mucho que…
           
Antes siquiera de haber podido acabar aquella frase, me agarró con más fuerza de la cintura y se inclinó para pasarme el brazo libre por detrás de mis tobillos. Me acomodó entre sus brazos y me obligó a que rodeara su cuello con los míos.
           
Sí, estaba bien jodida. Con la suerte que tenía aquella tarde, ese tío seguramente sería un violador, un asesino en serie o incluso el hombre del saco. En menos de lo cantaba un gallo, estaría bajo tierra, en el cementerio del pueblo criando malvas. No viviría para graduarme en la universidad, ni para tener hijos, ni para escribir un libro… Y lo que era aún más grave, ¡no vería la siguiente temporada de True Blood!
           
El chico, además de violador, parecía ser lector de mentes, porque como si hubiera sabido exactamente lo que estaba pensando, replicó en un intento por calmarme:
           
— No quiero que te sientas incómoda. Ya sé que no nos conocemos de nada, pero te aseguro que sólo intento ayudar. No pretendo secuestrarte ni vender tu cuerpo a la mafia rusa.
           
— ¿Ni tampoco vas a matarme, descuartizarme y comerte mis órganos internos después de haberlos asado al horno?
           
El chico soltó una sonora carcajada que hizo vibrar la suave piel de su garganta. Vibración que se transmitió a los dedos de mi mano, en un eléctrico hormigueo que me recorrió toda la columna vertebral.

Caí entonces en la cuenta de que apenas me había fijado en el hombre que tantas licencias se estaba tomando conmigo. Ni siquiera sabía su nombre. Sólo que tenía una suave y lacia cabellera castaña clara y unos enigmáticos ojos del mismo color. Era de constitución delgada, hecho que acentuaba el llevar una holgada y gastada camiseta de los Beatles.
           
— Ya sé que soy irresistible, pero si no dejas de recorrer mi cuerpo con esa ardiente mirada, vas a hacer que me ruborice — intervino entonces con cierto sarcasmo, haciendo que la que se ruborizara fuera yo.
           
“Por favor, que el hospital no esté muy lejos”, rogué en silencio.
           
— ¿Sabes? Esta mañana me desperté con la extraña sensación de que iba a ser un día realmente aburrido. Pero lo cierto es que si obviamos el hecho de que las clases de la universidad han sido un coñazo infumable, no ha sido tan malo.
           
Debo admitir que el brillo de su sonrisa Profident me deslumbró durante unos segundos. No se podía decir que aquel chico fuera muy atractivo, de hecho, era más bien del montón, pero tenía un algo que hechizaba…
           
¡Un momento! ¿No debería estar pensando en Jeremy, el chico mono de mi facultad? ¡Y ni siquiera lo había llamado para decirle que cancelábamos la cita!
           
— Hemos llegado — anunció el chico, subiendo las escaleras que separaban la puerta de la institución de la calle. Aunque parecía un esmirriado y debilucho, estaba fuerte. De otro modo, no habría podido cargar conmigo todo el camino.
           
“Y parece que después de todo, no es un asesino caníbal”, pensé con cierto alivio, soltando un profundo suspiro en mi fuero interno.

Nos hicieron esperar tres largas horas en la sala de espera del hospital antes de que me atendieran. El servicio de urgencias era una maldita vergüenza. Si los gobiernos invirtieran más en sanidad y educación y menos en chorradas que no sirven para nada, y con las que los ciudadanos ni siquiera están de acuerdo, el mundo sería un lugar mejor. Claro que lo mejor para todos realmente sería que no hubiera gobiernos.
           
— ¿Has visto a esa mujer de ahí? — me dijo el chico de repente — Ha llegado después que nosotros y la atienden antes. Seguro que se acuesta con el jefe de personal.

No pude evitar soltar estruendosa carcajada, que hizo varias personas de la sala se giraran para descubrir qué me resultaba tan gracioso. El chico se echó a reír también, una risa ligera y cantarina como el dulce fluir de la cascada de un río en mitad de una montaña.

— ¿Qué carrera estás estudiando? — preguntó de repente.

— Filosofía. ¿Y tú?

— Historia — replicó, esbozando una sonrisa coqueta —. Ambos somos de letras puras. Y con carreras que la mayoría de la gente considera un coñazo infumable.
           
— La gente es idiota. Y bastante inculta también.
           
Un rato después, anunciaron mi nombre por megafonía y el chico me acompañó hasta la sección de traumatología. Me hicieron unas cuantas placas y resultó que tenía la muñeca rota y el tobillo torcido. Por suerte, no me había hecho nada en la cabeza, aparte de un enorme chichón.
           
— ¿Te apetece ir a tomar un café? — sugirió esperanzado, cuando hubimos acabado con todos los trámites — Podríamos ir al Starbucks que hay frente al hospital.
           
Lo cierto es que no me apetecía separarme de él tan pronto. Me sentía muy cómoda en su presencia, más que eso, me hacía reír con sus ocurrencias y sentía que podía hablar con él de cualquier cosa. Era más que deleitante estar en su compañía. 
           
— Sí, ¿por qué no? Me apetece mucho — repliqué, esbozando una sonrisa un tanto forzada. A pesar de que ese chico me caía muy bien y de que no tenía nada serio con Jeremy, no podía evitar sentirme como si lo estuviera traicionando.
           
El chico sonrió a su vez y me cogió tímidamente de la mano, con la excusa de que quería ayudarme a caminar. Y la verdad es que el contacto con la cálida piel de su mano no me molestó lo más mínimo. De hecho, fue realmente agradable.
           
— Por cierto — dije cuando ya estuvimos dentro del local —, no me has dicho todavía cómo te llamas.
           
El chico esbozó una sonrisa divertida.
           
— Me llamo Daniel. Pero todo el mundo me llama Dani. ¿Y tú?
           
— Yo me llamo Gina.
           
— Bonito nombre — replicó con una intensa mirada.
           
— El tuyo también.
           
Y a pesar de que acabábamos de conocernos y de que seguramente no volveríamos a vernos nunca más, Dani se inclinó sobre mí, realizando el claro movimiento que precede al beso, acercando peligrosamente su boca a la mía. Separé mis labios en una clara invitación que él captó al instante, pero…

… Pero el estridente chillido de mi bendita madre me devolvió bruscamente a la cruda realidad.
           
— ¡Gina, despierta! ¡Son más de las cinco! ¡Llegas tarde a tu cita con Jeremy! 
           
Me incorporé en la cama de un salto. ¿Todo había sido un sueño? 
           
— ¡Gina!
           
— ¡Voy! — grité, levantándome lentamente la cama.
           
Los deslumbrantes tacones de aguja seguían en el oscuro rincón de mi habitación, justo el lugar donde los había dejado el día de después de mi graduación en el instituto. No me los había puesto desde entonces, pero algo me decía que iban a traerme suerte aquella tarde.

Sí, unos tacones de aguja, una lluvia traicionera y una cáscara de plátano colocada en un lugar estratégico eran precisamente los ingredientes que necesitaba para que aquel encuentro fortuito se produjera de nuevo…

8 comentarios:

  1. A veces los que somos del montón tenemos más posibilidades que los guaperas que seguro que no escuchan a los Beatles y no conoce a White Lion (que por cierto uno de mis lobos (Lion) de un rol es el vocalista del grupo White Lion)... y seguro que no sonríen igual... lo hacen para ligar, no por el mero placer de sonreir.

    Y sobre los tacones... recuerdo como casi se mete una tremenda hostia una amiga en clases... yo la atrapé por la cintura antes que cayera escaleras abajo.

    Han pasado más de dos años y aún me acuerdo. Poco después supimos que estaba embarazada... menos mal que la atrapé al vuelo.

    Y bueno... yo iba para historia, publicidad o filología hispánica... pero no tenía dinero para salir fuera. Tenía grandes notas y habilidades, pero nada de dinero.

    Terminé en un ciclo superior de empresariales, ahora hice uno de secretariado y seguro que termine en uno de comercio si no consigo trabajo.


    Me gustó el texto, perfecto para olvidarme que debo seguir con mi proyecto.

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  2. iiiiiiiii (LLL)
    Te he dicho alguna vez que me encanta como escribes? :)
    Chica, fantástico como siempre. Ha sido desde luego un encuentro fortuito jajaj Ojalá que se reencuentren ambos en la realidaad.
    Un besoo (L)

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  3. Es una pena que fuera un sueño. No te digo yo que me he enamorado un poquito del chico "del montón" (?) xDD Genial. :)

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  4. *.* chico perfecto. Qué pena que fuese un sueño..¿y si fue una premonición?
    Ya me gustaría ser ella, a excepción del tobillo torcido y la muñeca rota xD

    Me gusta mucho tu manera de escribir y espero pronto un nuevo relato :)

    Besitos <3

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  5. Me ha gustado mucho mucho, y me ha matado lo de "Con la suerte que tenía, ese tío seguramente sería un violador, un asesino en serie o incluso el hombre del saco. […] No viviría para graduarme, ni para tener hijos, ni para escribir un libro…. Y lo que era aún más grave, ¡no vería la siguiente temporada de True Blood!" xDD Ha sido genial ^^

    Muy bien, muy bien, doy mi aprobación a este relato xD

    Un beso, K.

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  6. ¡Me ha encantado! ¡De verdaaaad! Creo que es el relato que más me ha gustado, ha sido superbonito... y con unos puntazos de humor como el "podía ser un violador, un asesino en serio o incluso el hombre del saco"... jajajaja. Y el chico, qué monoso, ¿no? *.*
    Uis, chica, ha estado genial :)

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  7. No es la única. Después de este capítulo mostrará parte, contará algo de su vida. Irá contando trozos.

    Realmente Kurou es lo poco que puede decir que le hizo sentir vivo y feliz. Sho ha vivido malas experiencias que también saldrán. En ese clan nadie se libra de un pasado cruel... ni siquiera Kamijo.

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  8. Ha sido muy entretenido este relato quitando de en medio que es un sueño mola que ella empiece a pensar en el peligro justo cuando ya la tiene en brazos. Pobrecita cuando dice que se va a perder True Blood ahora que yo he terminado de verla.

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