Los ojos del populacho brillaban
con la desesperada necesidad de un perro hambriento, al que, llevando días
enteros sin probar bocado, su dueño sólo tiene a bien lanzarle las sobras
rosigadas de un guiso frío y pasado. Los espías que la Santa Inquisición tenía entre
la plebe se habían encargado de hacer correr la voz para congregar a todo el
pueblo alrededor del patíbulo donde ardería la bruja.
Sólo desgarraban la quietud que
precede a la aurora los insultos desdeñosos de aquellos que hasta hacía poco
menos de una semana habían acudido como fieles devotos a la botica de aquella
desdichada que hoy moriría, consumida entre las llamas, en busca de las
pociones milagrosas que ésta ofrecía para poder alimentar a su pequeña.
Y es que no sólo las campesinas
más supersticiosas iban en busca de su ayuda, demandándole entre súplicas sus
elaborados filtros de amor. En más de una ocasión se había visto, envuelta
entre ropajes oscuros y al amparo de la negrura de la noche, a la marquesa de
la villa tocar a su puerta, pagándole con sus sucias monedas brebajes abortivos
con los que enmendaba después el resultado de sus escarceos amorosos con el rey
de las Españas.
Y ahora, la misma gente que antes
la había buscado y alabado para que los ayudara a llevar a cabo sus más oscuros
deseos, le lanzaba con una furia injustificada fruta podrida y objetos de
diversa índole, tildándola de “puta” y “bruja”, como si aquél fuera el peor de
los pecados.
La subieron al patíbulo—su nívea
y esbelta figura de antaño mancillada ahora por los latigazos y cardenales que
las conocidas torturas de la
Inquisición habían obrado sobre su cuerpo—y la ataron, como
si no fuera más que un despreciable animal, a la pira en la que segundos
después ardería para así purificar su alma pecadora.
— Arrepiéntete de tus pecados,
hija mía, y el Señor en su infinita misericordia no dudará en perdonarte y en
acogerte de nuevo en su seno — le ofreció el cardenal de la villa, el mismo que
la noche anterior la había violado impunemente en su celda, demostrándole así
el inquebrantable poder divino que él, por la gracia de Dios, ostentaba con
orgullo.
— ¡Púdrase en el infierno,
cardenal! — exclamó ella con las pocas fuerzas que le quedaban, antes de
escupirle en la cara al hombre que había arruinado su vida y la de su hija para
siempre.
El cardenal, furioso por
semejante atentado contra su persona, no vaciló en alzar su mano, la derecha,
por supuesto, dando así al verdugo la inequívoca señal de que procediera. El
encapuchado, sin atreverse siquiera a mirar a los ojos de la pobre desgraciada,
prendió fuego con la antorcha que portaba en su mano a los leños que habían
dispuestos a los pies de la acusada.
El fuego comenzó a extenderse por
la pútrida madera que rodeaba a la bruja, como si los coros de la enfebrecida
plebe, que parecía pasar por alto el hecho obvio de que al día siguiente cualquiera
de ellos podría verse envuelta en aquella misma situación, lo instarán a
expandirse hasta arrasar con el último de los cabellos de la joven,
reduciéndola a cenizas.
El olor a carne quemada no tardó
en impregnar el aire de la plaza Mayor, haciéndolo prácticamente irrespirable.
Los insultos sin sentido del populacho se mezclaban ahora con los gritos
agónicos que lanzaba la muchacha, que se encontraba ya a las puertas de la
muerte. Los niños asistentes a aquel espectáculo macabro y enfermizo se
divertían haciendo bromas y observando como el anaranjado fuego lamía en
sentido ascendente el maltrecho cuerpo de la víctima. Quiso el Señor, aquél en
cuyo nombre tantos indecibles crímenes se han cometido, que la madre de uno de
aquellos infelices renacuajos corriera, tan sólo un mes después, la misma
suerte que aquella desdichada.
O.O Athenea, me ha encantado. Tu blog me gusta mucho y llevo varios meses siguiéndolo, cada vez me gusta más, me preguntaba, si podrías subir más de la historia del león Sebastien (perdón si lo he escrito mal), porque me he leído todas tus historias y, esa, junto con la caricia de la medianoche y you're all i've ever needed son mis favoritas (aunque todas son geniales).
ResponderEliminarEn fin, sólo eso, ya que has dicho lo de los blogs, me gustaría que me dieras tu opinión de escritora, pasándote por mi blog y dándome una sincera opinión, te lo agradecería mucho.
Un beso, sigue escribiendo así de bien.
http://www.mycornerofthoughts.blogspot.com
G-U-A-O.
ResponderEliminarMenudo relato nos has dejado por aquí Athenea. Simplemente es la pura verdad. La quema de brujas que nunca debería haber ocurrido. Tan solo mataban inocentes.
Estoy todavía en proceso de releer este relato así que hasta aquí te dejo el comentario que voy a volver a leérmelo.
Un beso, y mucha suerte con los exámenes que te quedan :)
Hola!! este relato me ha encantado!! me ha parececido genial que distase de los tipicos temas (no digo tuyos, en general de los escritores), de amor, fantasia y retrate una realidad como fue aquella :) te sigo desde hace tiempo en este y en el de FFR y sinceramente, estoy enganchada. Sige asi y no dejes de escribir!! Muchismos besos de : Alicia Ramos ^^
ResponderEliminarEl fuego es purificador, pero en ocasiones purifican las almas de los ángeles arrojándolos a los infiernos señalados por LOS SEGUIDORES Y MENSAJEROS DE DIOS.
ResponderEliminarHe recordado el momento Juana de Arco, así como algunos libros de hechicería y bujería que tengo. Poseo varios tomos de libros muy antiguos y descatalogados -algunos desvencijados y sin tapa- donde se narra los métodos de tortura a los cuales se sometían a las brujas.