Lamento enormemente haber tardado tanto en publicar el nombre de los ganadores del concurso de relatos, pero los trabajos de la universidad me traen de cabeza y no he podido hacerlo antes. Bien, ante todo quiero decir que agradezco con toda el alma a las pocas personas que se han presentado al concurso (ocho) por dedicarle tiempo y cariño a escribir los relatos. Habéis sido muy amables presentándoos y más teniendo en cuenta que no había ningún premio de valor material, más allá de la publicidad que os pueda hacer (y os haré) y el orgullo de haber ganado. No obstante, y aunque trate de contenerme ya sabéis que yo no me suelo callar las cosas, toda esa gente que dijo: "¡Yo voy a participar!", y luego pasó del tema (igual que la gente que le da al "sí" en los eventos y luego ni se pasa por los blogs o simplemente te ponen un salchichero "Me ha encantado!", que sinceramente no entiendo por qué coño hacen eso), pues arderá en el infierno. Más que eso, no pienso participar en sus concursos (que algún evento he visto ya al respecto y alguna que otra persona presionándome para que participe en su concurso) ni pasarme por sus blogs. Dispongo de escasísimo tiempo y el que tengo se lo voy a dedicar a blogs y gente que se lo merecen de verdad. Por otra parte, viendo que el éxito de este concurso ha sido nulo y que a la gente sólo le interesan premios materiales (lo que sin duda refuerza una vez más mi teoría de que vivimos en una sociedad de mierda, falsa y materialista), pues no voy a hacer más concursos.
Ahora sí, procedo a enumerar a los ganadores, que he decidido que van a ser tres:
Debo confesar que he leído pocos relatos de esta dama, pero, por algo ha ganado el concurso, su apasionada forma de escribir me ha cautivado desde el principio. Podéis encontrar su blog aquí
2. Kapy, por su relato "Mi viaje".
Podéis encontrar su poemas cargados de reflexiones y crítica social en el siguiente enlace: aquí
No os dejará indiferentes.
2. Kapy, por su relato "Mi viaje".
Podéis encontrar su poemas cargados de reflexiones y crítica social en el siguiente enlace: aquí
No os dejará indiferentes.
Podéis encontrar los poemas, relatos, historias y reseñas literarias y cinematográficas de mi dulce damisela en su blog aquí y la entrevista que le realicé hace unos días en este mismo blog, aquí
No dudéis en pasaros, ¡os enamorará!
No dudéis en pasaros, ¡os enamorará!
Procedo ahora a presentaros los relatos ganadores:
"Peter", Kirtashalina.
El viento me azota en la cara con violencia, dejándome sin respiración durante un segundo. El pirata que se halla detrás de mí me sujeta para que no me caiga, porque tengo las manos atadas y no puedo sujetarme a nada. Cuando recupero el equilibrio miro al nuevo capitán. Aquél que ha asaltado nuestro barco, que ha intentado abatirnos a base de cañonazos y que aún así no ha conseguido vencernos; aquél que se ha atrevido a desafiarme mientras sus hombres se dedicaban a atar y a maltratar a mi tripulación. Y, finalmente, aquél que ahora nos tiene a todos a su merced.
—Que salte —brama, y señala a uno de mis hombres. Smith.
Smith no es el mejor marinero de mi barco. De hecho podría decirse que es el peor. Es perezoso y torpe, y cuando está en cubierta lo único que hace es molestar a los demás, interrumpiéndoles sin cesar e impidiéndoles que hagan bien su trabajo. Sin embargo a fuerza bruta no le gana nadie, y vale por tres hombres —como mínimo— a la hora de subir el ancla. No puede él solo, claro, pero con un poco de ayuda es capaz de levarla perfectamente. Sin embargo, cuando el despiadado capitán Hook da la orden de arrojarlo al mar infestado de tiburones, siento las ganas de intentar salvarle. Es inútil, por supuesto. Hook no ha dejado ningún cabo suelto y hagamos lo que hagamos acabaremos muertos igualmente. O, con un poco de suerte, si estamos en buena forma, trabajaremos para él en mi barco. Yo prefiero la muerte.
Aprieto los labios con fuerza en un intento por no gritar. Smith sube sus noventa kilos a la tabla y yo contengo la respiración. Echo un vistazo a mi tripulación y noto que están tan tensos como el día en que me dispararon y caí, herida de bala en pecho, al mar. Por supuesto no morí (sino, no estaría aquí), pero estuve indispuesta más de un mes por culpa de la herida sangrante. Mis marineros me llevaron a casa de una amiga —pobre de ella, que me odia desde que me casé con mi barco y aún así me prometió que cuidaría de mí hasta que muriese— y allí permanecí un tiempo que a mí se me hizo eterno, perdiéndome incluso la oportunidad de asaltar al temible capitán Barbanegra. Cuando retomé mi vida de nuevo estaba tan enfadada por no haber vencido al terrorífico capitán pirata junto a mis hombres, que terminaron por decirme que, si me placía, a ellos no les importaba enfrentarse de nuevo a él. Y dos semanas después teníamos la cabeza de Barbanegra en un cofre.
Smith avanza por la plancha sin mirar atrás. Sabe que, si lo hace, Hook y compañía se burlarán de nosotros hasta tal punto que tendré que volver a pelear contra ellos con desventaja; sin armas y con las manos atadas a la espalda. Y habría sido capaz de vencerles, creo, pero ya no tengo aliento para respirar, menos para luchar. Me duele todo el cuerpo a causa de los golpes que me han dado y tengo tantas heridas abiertas que estoy segura de que los tiburones pueden oler mi sangre desde las costas españolas.
Cuando Smith llega al punto culminante de la estrecha pero recia tabla de madera, uno de los hombres de Hook le da una patada a la plancha y mi marinero se precipita al agua. No alcanzo a verle porque estoy arrodillada (aunque... ¿cuándo me he puesto de rodillas? No lo recuerdo...), pero oigo el silbido del aire y, segundos después, un chapoteo. Dudo que Smith sepa nadar. De todas formas da lo mismo. Oigo acercarse a los tiburones e, instantes después, se escuchan unos horribles gritos. El ambiente se llena del olor de la sangre y casi puedo ver la mancha escarlata que se está expandiendo por las aguas desde el lateral de nuestro barco. Los gritos cesan.
—¡Siguiente! —gruñe Hook. Apunta con el garfio a Nathan y grita que es el próximo.
Oh, no. Se me para el corazón. Nathan no puede morir, pienso. Le necesito… Veo con horror cómo Nathan es desatado del mástil y empujado hasta el extremo más cercano de la plancha. Se sube a ella sin titubear; ya ha aceptado su suerte. Sabe que va a morir y no quiere prolongar el momento. No quiere hacerme sufrir. Ni a mí, ni al resto de marineros.
Salta, y mi corazón salta con él. Al instante siento un vacío tanto en el estómago como en el pecho, y quiero abrazarme pero no puedo. Forcejeo con las cuerdas un momento y, cuando recibo una patada en la baja espalda, me detengo. Sólo he jadeado dos segundos y ya estoy agotada.
No oigo gritos; puede que haya ido nadando directamente a las fauces del tiburón más próximo. Todos sabemos que es inevitable morir ahí abajo, pero de todas formas pienso que se necesita un gran autocontrol sobre tus actos reflejos de supervivencia para ir directo al peligro. Lo ha hecho para que no le oigamos, para que no suframos escuchándole morir. Así es Nathan; la persona más considerada del mundo. Honrado hasta el final.
Con lentitud van saltando uno tras otro, y a cada caída que logro escuchar me parece que el garfio de Hook me hace una herida nueva en las costillas. Cuando llega el turno de Matt, mi marinero favorito, que casi se ha convertido en mi sombra, realmente siento que dejo de respirar. Los pulmones me pesan tanto que es como si me los hubieran llenado de plomo. Inspirar, exhalar. Inspirar, exhalar. Me obligo a repetírmelo interiormente hasta que me tranquilizo un poco. Bueno… sólo hasta que vuelvo a oír mi corazón.
Y, finalmente, ya no queda nadie más de mi bando. Hook, con un gesto, hace que sus hombres se aparten. Éstos forman un corrillo en torno a nosotros y el capitán se acerca a mí con parsimonia.
—Bueno, Wendy —sonríe malévolamente—. Parece que volvemos a encontrarnos…
Quiero replicar, pero estoy demasiado cansada y enfadada como para contestarle algo irónico. Lo único que me apetece es arrancarle la cabeza, pero me contento con mirarle mordazmente.
—¿Dónde está tu Peter? —pregunta con sorna.
Oh, Peter. Hace ya años que no es mi Peter. Después de que me llevase a Nunca Jamás nuestra relación era irremediable, aunque la presencia de la sobreprotectora y celosa Campanilla complicó bastante las cosas. Juntos descubrimos que en aquella isla paradisíaca seguíamos creciendo, con lentitud, pero crecíamos al fin y al cabo. Él me aseguró que no le importaba, pero yo estoy segura de que en el fondo quería seguir siendo un niño. Por fortuna, estábamos juntos y todas las cosas negativas parecían menos al apoyarnos mutuamente. Sin embargo, con el paso de los años —y no fueron precisamente pocos— terminé por aburrirme de la rutina perfecta que configuraba nuestra vida en común. Sí, ya éramos prácticamente adultos, al menos psicológicamente, y los niños perdidos, que eran un grupo con diez veces más personas que cuando llegué yo, habían crecido y ya no querían que les contase cuentos, sino que comenzaron a mirarme con otros ojos y, después de un acalorado sermón por parte de Peter, parecieron descubrir que había otras chicas en Nunca Jamás —indias, sirenas… aunque a éstas últimas nunca habían conseguido conquistarlas— y me dejaron en paz.
Pero después de decenas de años conviviendo con Peter en el mismo sitio ya habíamos recorrido la isla mil veces, visitando lugares en los que ninguno de los dos habíamos estado antes. Y yo terminé por aburrirme, claro. Siempre fui una aventurera; necesitaba emociones. Y al principio el amor de Peter me bastó; las mariposas en el estómago eran suficientes como para mantenerme viva día a día, pero hubo un momento en el que no encontraba nada que me llenase. Estuve semanas cuestionándome si había dejado de quererle, y tras intensas reflexiones que jamás compartí con él, aclaré mis ideas y llegué a la conclusión de que sí le amaba, pero tenía un vacío existencial en el pecho y había de encontrar algo con que rellenarlo. Una noche me escabullí de nuestro árbol y cogí el barco que habíamos ido construyendo con el paso de los años. Con la ayuda de los niños perdidos el resultado fue realmente bueno y yo veía nuestra creación tan perfecta que raro era el día en que resistía la tentación de navegar en él. Peter me acompañaba siempre, pero esa noche me escapé de casa sin él, tan sólo con el ejército de hadas del que me había hecho amiga. Navegué durante horas sin rumbo alguno, escuchando tan sólo el sonido del mar, mi respiración y mi desbocado corazón estimulado por la adrenalina de la huida. No puedo decir que no me sorprendiera llegar a un puerto ajeno a la isla de Nunca Jamás. Con Peter había navegado en muchas direcciones, pero por lo visto no en aquélla. Atraqué en el puerto tras pedirle a las hadas que se fueran con el fin de no llamar demasiado la atención con su brillo dorado. Al pisar tierra los pies me llevaron a una taberna y acabé bebiendo whisky con un par de jóvenes marineros. Cuando sentí que el límite de la sobriedad llegaba a su fin, salí de allí con la promesa del regreso y emprendí la marcha hacia casa antes de que Peter despertase. Cuando llegué me acurruqué contra él en la cama y no se enteró de nada.
En los sucesivos días seguí yendo a la taberna. Nunca me había emborrachado y un día llegué a hacerlo, pero la vuelta en barco no fue demasiado divertida y a la mañana siguiente me dolía tanto la cabeza que asusté a Peter quedándome en la cama todo el día. Entonces decidí expandir mis fronteras en vez de limitar mis visitas a la taberna y fui a conocer toda la isla acompañada por los hombres de los que me había hecho amiga. Me prestaban atención, mayoritariamente, por mi juventud y mis —allí— extraños ojos azules, pero a mí eso me daba igual y trabé amistad con los clientes habituales de aquella taberna. Tras meses acudiendo allí sin un propósito claro, me comentaron que la mayoría de ellos eran la antigua tripulación de un barco, pero que el capitán había muerto llevándose el barco con él. Por ello buscaban a alguien a quien seguir, aunque fuera tan sólo para llenar un poco su vida.
Esa era mi oportunidad. Sabían que yo era una buena navegante y me ofrecí como capitana de inmediato. Mojé la pluma de mi sombrero en un poco de tinta que alguien me dio en un frasquito y configuré la lista de los que serían miembros de mi tripulación. Me esforcé en conocer a fondo a todos para saber exactamente qué tarea impartirle a cada uno. Fui una capitana justa e inteligente, así que mis marineros no me abandonaron, pues estaban demasiado a gusto conmigo. Sin embargo, ocurrió lo que ya me había sucedido antes y todos terminamos por aburrirnos de zarpar, navegar sin rumbo durante toda la noche y volver con las manos vacías. Tras una larga reunión decidimos que tendríamos que hacer algo con el fin de sacarle provecho a nuestros viajes; una cosa llevó a la otra y acabamos convirtiéndonos en piratas.
Ninguno tenía en mente hacer daño a nadie, claro, y de hecho nunca matamos a no ser que nuestras vidas estuviesen en peligro, pero atacamos barcos y robamos botines, y aunque enterramos unos cuantos para la posteridad, siempre volvíamos al puerto con unas cuantas monedas de oro o un cofre lleno de joyas.
Peter empezó a sospechar, claro. Al pasar toda la noche fuera, cuando volvía tenía que dormir al menos unas horas y a sus ojos permanecía en la cama toda la noche y parte de la mañana, lo que no era en absoluto normal en mí. Aún así no dijo nada cuando vio que no tenía ninguna explicación que ofrecerle, pero desde entonces puse más cuidado en las horas de sueño y me preocupé de dormir un poco en el barco, dejando la capitanía a Nathan. Sin embargo, un día estaba tan cansada al llegar al puerto que, aunque me esforcé en conducir el barco hasta Nunca Jamás, cuando llegué a la orilla me quedé profundamente dormida. Ya os podéis imaginar el panorama. Peter removiendo cielo y tierra y yo ahí, en la popa, envuelta en una capa. Cuando me encontró estaba aliviado y furioso al tiempo y no pude ocultarle nada más, así que le conté toda la verdad. Tras unas veinte discusiones seguidas, dos arranques de llanto, muchas palabras malsonantes y un puñetazo por mi parte, Peter dejó claro que si seguía siendo una pirata no quería tener nada que ver conmigo. Y a mí eso me dolió.
Por eso finalmente me instalé en la pequeña isla donde había comenzado todo aquello, llevándome mi barco conmigo. Soñé repetidas veces que Peter volvía a por mí y me perdonaba —porque en realidad, yo sabía que era la culpable, aunque era demasiado orgullosa como para admitirlo— pero eso nunca ocurrió.
—Te he preguntado dónde está Peter —repite Hook, sacándome de mis pensamientos.
Uno de los piratas ríe con burla y el resto de la tripulación le corea, mofándose de mí. A mí me cuesta trabajo no responder a la pulla después de todo lo que ha pasado, pero aprieto los dientes y contesto.
—No lo sé.
Hook sonríe y me retira el pelo ensangrentado de la cara con el garfio.
—Había oído rumores de que le has abandonado. Veo que son ciertos.
—Ahora, ya da lo mismo —replico.
—¿Sabes? Si te hubieras unido a mí cuando te lo ofrecí ahora no estaríamos en esta situación —comenta mirando al cielo, como si estuviese narrando un bonito sueño—. De todas formas… ahora, ya da lo mismo —repite mis palabras con sorna.
—Acaba de una vez —gruño—. Has venido a matarme. Ten algo de coraje y hazlo ya.
—A sus órdenes, mi señora.
Me agarra del cuello para levantarme y contengo un quejido. Mi cuerpo se estremece mientras es transportado hasta la plancha que cerrará la última etapa de mi vida. Ese insignificante trozo de madera es el que acabará conmigo, y yo no puedo hacer nada para evitarlo.
Hook me empuja poniéndome el garfio en la espalda y yo, con las manos atadas, avanzo lentamente mientras miro la pasarela. Cuando llego al final la tabla se comba un poco y me balanceo. Hook ya no está detrás de mí, pero ha tenido la decencia de desatarme las manos.
—Adiós, querida Wendy —en mi mente le veo sonreír—. Nos veremos en el infierno.
—Hasta nunca, Hook —digo con calma.
Y salto. Oigo el aire silbarme con furia en los oídos y noto que el dolor de todo mi cuerpo desaparece, pero es reemplazado por una desagradable sensación de extrema ligereza que me convierte en esclava del viento. Me siento demasiado a merced del mundo y cierro los ojos intentando no marearme. La caída, que no conforma más de unos cuantos metros, se me hace eterna y me da tiempo a pensar en muchísimas cosas, cosas que pensaba que nunca recordaría justo antes de morir. La voz de mi padre, la sonrisa de mi madre, los juegos de mis hermanos, las caras de los niños perdidos, la espalda de Nathan, las manos de Matt, el tacto de Peter… Todo eso se me queda grabado en la mente mientras caigo por un eterno abismo.
Oh, Peter. Todo podría haber acabado mejor. Lo hice mal. Perdóname. Perdóname, por favor. Nunca intenté hacerte daño, ya lo sabes. Te quiero. Siento no haber resultado ser la persona que querías. Siento haber arruinado tu infancia con recuerdos que has tenido que borrar después para no sufrir. Perdóname, Peter. Te he fallado. Perdóname…
Y de pronto, un impacto. Me llega el olor y el sabor del agua salada, e instantes después mi cuerpo se sumerge en las profundidades del mar. Ya sé que voy a morir y no me esfuerzo en luchar, resultaría inútil. Relajo los músculos todo lo que puedo y espero. Cuando ya no puedo aguantar más la respiración, intento inhalar una bocanada de aire pero sólo encuentro agua, agua llena de sal que me inunda los pulmones. Comienzan a quemarme. Duele. Quiero morir ya.
Cierro los ojos y noto cómo mi alma ya flota hacia la deriva. Me dejo llevar. Muero.
Peter no ha venido a buscarme.
"Mi Viaje", Kapy Romero.
Esta que voy a contar es la historia de un joven que se encontró con su desafortunado destino en tierras hispanas mientras recorría el camino del apóstol, con destino Fisterra. Ese joven era yo…
Comencé el camino una mañana de julio de 1345, había oído hablar de sus leyendas, unas oscuras, otras de salvación, gente que había sanado de enfermedades, hasta el momento incurables como la peste bubónica, ceguera o lepra. Pero las que a mi me interesaban realmente eran las referidas a trasgos, diablos, fantasmas, “meigas”, etc. Esto fue lo que me impulsó a hacer este largo recorrido desde la localidad, ahora cántabra, de San Vicente de la Barquera.
No tuve mucho éxito como caza-mitos durante el camino que va desde mi punto de partida hasta Oviedo. Preguntaba a los hombres más ancianos con los que me encontraba en las posadas, pero ninguno me daba información provechosa, solo decían cosas como herejías o inquisición y después se santiguaban. Mi suerte cambió al llegar a Salas, donde decidí quedarme un día o dos ya que mis pies decían que no andarían si no reposaba algo más de lo que había estipulado en mi plan de camino. Era una posada bastante acogedora, el posadero reaccionó bastante bien ante la bolsa de monedas que le ofrecí, me dejó una buena habitación y buenos manjares astures en las dos comidas que me pedía el cuerpo por día.
Serían las once de la noche cuando una suave brisa me despertó, no sabía de dónde venía por lo que me levanté para investigar su origen. No tardé en encontrarlo, se trataba de una pequeña hendidura en la pared, que parecía hueca, presioné un poco con los dedos y un trozo de madera cayó al suelo, metí la mano en la hendidura y conseguí sacar lo que parecía un diario de peregrinación, me senté en el catre y procedí a su lectura.
En la primera página, la fecha era 28 de julio, justamente mañana, pero el año no se veía con claridad. A lo largo de la página solo se entendían palabras sueltas como:…….viajero encapuchado………cruz de Santiago………..No pude….rostro. Lo demás estaba escrito muy deprisa como si su autor estuviera nervioso o asustado.
Debía estar muy cansado, pues sin recordar cómo, caí dormido. Cuando desperté debía haber pasado poco tiempo, pues la luna continuaba en el mismo sitio, así que decidí dormir otro poco. Volví a despertar pero era como si no hubiera dormido ni siquiera una hora.
Bajé a la cocina para ver si podía prepararme una infusión para conciliar el sueño, pero no llegué ya que en el comedor vi a un viajero encapuchado, llevaba un bordón, pero sin adornos y en su pecho la cruz de Santiago; sus manos, grises, parecían muertas. No pude ver su rostro, pero su voz delataba que era un hombre entrado en años.
-siéntate a mi lado muchacho- Me dijo-.
Yo obedecí.
-Supongo que todavía no has notado que no pasa el tiempo. No hables, deja que te lo explique porque no te queda mucho tiempo.
El diario que escondes en tu habitación es un diario maldito en el que aparecen escritos los últimos momentos de tu vida. Te estarás preguntando si soy un fantasma, no, soy un mensajero, y debo advertirte. Debes llegar antes de una semana a Santiago de Compostela o tu alma abandonará tu cuerpo para pasar a ser un triste recuerdo, formando parte del diario para siempre.
Solo unas cosa más. Durante el camino serás tentado por tu mayor debilidad, no hagas caso, no te dejes engañar y por nada del mundo te desprendas del diario.
Quise hacerle miles de preguntas pero nada más terminar de hablar desapareció. Fui corriendo a mi habitación, recogí mis cosas y me largué de allí como alma que lleva el diablo con el diario bajo el brazo. Debía llegar a Compostela antes de una semana y no tenía más medios que mis propias piernas.
Pasé La Espina y llegué a Luarca en un tiempo récord de un día y medio. Todo parecía ir bien hasta que recordé la parte que dijo el hombre de la posada sobre una tentación ¿Cuál sería?
En cinco días, asombrosamente sin cansarme casi, llegué a Arzúa, quedaba muy poco para llegar a Compostela por lo que decidí seguir por la noche.
A un lado del camino vi a una mujer hermosa, parecía que necesitaba ayuda, me acerqué a ella, estaba como hechizado, pronto me olvidé de todo. Aquella mujer me miró a los ojos, recordé las palabras del viajero, pero era demasiado tarde, su beso me dejó helado.
***
-Esta estatua, se cree que se erigió en honor a los peregrinos entre 1345, 1350. En ella se puede ver la indumentaria peregrina de la época así como un diario de peregrinación en su brazo izquierdo. Su expresión es singular, es como si estuviera besando a alguien a quien solo él puede ver. Pueden sacarle fotos si lo desean.
¿Qué ocurre? ¿Quién es esta gente que porta tan extraños aparatos y visten ropajes tan raros? ¡Dios mío, no puedo moverme!
El Anciano (Mi Viaje II)
Hace ya más de treinta años que trabajo de mensajero para los peregrinos, posadas y postas del camino de Santiago, a cambio recibo alojamiento, unas monedas, comida e incluso alguna que otra historia de esas que cuentan las personas que recorren el camino, como la de una dama llamada Kelpie que aparece y desaparece misteriosamente la noche de difuntos provocando a su vez extrañas desapariciones. Ingenuos, seguramente se trata de un grupo de ladrones que utilizan esa noche para saquear a los viajeros. Yo había vivido muchos años de posada en posada por aquel camino y lo único mágico que había visto eran los ilusionistas de los mercados rurales los cuáles no tenían trucos para un viejo como yo.
Me encontraba yo en una posada de Cangas de Onís charlando con dos jóvenes aventureros sobre lugares interesantes de la zona cuando se me acercó el tabernero bastante apurado.
-Usted es mensajero ¿no?-. Me preguntó
-Si, señor, ¿puedo ayudarle en algo?
-Si, verás, necesito que, por favor, vaya a entregar unas medicinas a mi hermano, se encuentra en Luarca, es cuestión de vida o muerte que me hagas este favor.
-Está bien, haré lo que me pide.
Le seguí hasta su habitación, bastante más pequeña y humilde que las que alquilaba a los peregrinos.
-Tome, son hiervas curativas que aliviarán el dolor de mi hermano, también llévele este diario de peregrinación, no puedo explicarle su significado, pero mi hermano sabrá qué hacer con él, por nada del mundo lo abra pues solo debe leerlo su dueño ya que si lo intenta leer le atormentarán fuerzas oscuras que pueden llevarle a extremos insospechables.
-Mm, no se preocupe, no lo abriré si así lo desea. Partiré sin más tardar.
-Acepte esta cruz de Santiago, dicen que da suerte, además no tengo nada más con lo que pagarle, ya sé, no le cobraré nada por su estancia aquí.
-Gracias, es usted muy amable.
-A usted, por hacerme este favor.
Curioso personaje el posadero, se notaba que era un hombre muy supersticioso por la cantidad de amuletos que llevaba y por lo nervioso que se ponía en ocasiones, pero lo del diario era pasarse un poco, en fin, comencé pronto el viaje ya que el tiempo no estaba a mi favor.
El diario me pesaba, y al ir a cambiarlo de mano se me cayó al suelo y se abrió. Supuestamente no debería leerlo pero cuanto más lo pensaba más ganas tenía de hacerlo, así que pensé “nadie tiene porqué saberlo”, “¿y si se trata de una conspiración?”. Lo abrí. Que raro, no pone nada. Quizás esté escrito con tinta de limón. Decidí esperar a llegar a una posada para intentar leerlo.
Las siguientes horas de camino sentí desfallecer, sentí un cansancio enorme, como si me hiciera cada vez más viejo, mis manos perdían su color, finalmente me desmayé.
Desperté en una posada de Oviedo a los tres días, después de haber tenido unas horribles pesadillas en las que caminaba pero no avanzaba. Al parecer me recogió un carruaje mientras estaba inconsciente y me dejó en Oviedo.
Comprobé que no me faltaba nada, tenía el diario y las medicinas, la cruz seguía colgando de mi pecho. Me acordé de las páginas en blanco, busqué una vela e intenté leerlo. Cuando la primera página entró en contacto con el fuego entré en trance, el diario me susurraba cosas sin sentido, volví a desmayarme.
Volví a despertar, no era la misma habitación, ¿me estaba volviendo loco? Bajé al comedor y pregunté al posadero dónde estaba:
-Señor usted se encuentra ahora mismo en Salas, no se preocupe por la habitación, el hombre que lo trajo ha pagado una semana por adelantado.
No comprendía nada, desde que abrí aquel diario habían pasado cosas demasiado extrañas.
-¿cuántos días llevo inconsciente?
-Tres días señor
Los mismos días que la otra vez. Fui corriendo a mi habitación, cada vez me sentía más viejo, cogí el diario, y me dispuse a proseguir el camino. Entonces oí esa voz, procedía del diario: “demasiado tarde, el hombre al que buscas acaba de morir”
Noté como la desesperación afloraba en mi pecho, cogí el diario y lo escondí tras una tabla, en la pared, volví a oír la misma voz más fuerte aún: “fuiste advertido y ahora por tu curiosidad ha muerto un hombre, has de pagar, por lo que condeno a tu alma a formar parte del diario para siempre. Tu tarea consistirá en advertir a los curiosos que osen abrirlo, serás mensajero por toda la eternidad”
***
Estamos en 1345, ya ha pasado mucho tiempo desde entonces y ahora debo darle una mala noticia a un joven que buscando historias sobre el camino de Santiago se ha topado con mi diario.
El Desenlace (Mi Viaje III)
-¡Venga chicos acercaos por aquí, por favor! Bien. Esta estatua, se cree que se erigió en honor a los peregrinos entre 1345, 1350. En ella se puede ver la indumentaria peregrina de la época así como un diario de peregrinación en su brazo izquierdo. Su expresión es singular, es como si estuviera besando a alguien a quien solo él puede ver. Pueden sacarle fotos si lo desean-.
Mientras el grupo se sacaba fotos con la estatua yo permanecí sentado en aquella enorme roca escuchando heavy metal en mi mp4 mientras miraba como abstraído aquella figura de mármol gris perfectamente esculpida. Estaba enfadado, pues me habían obligado a asistir a esa excursión en la que recorríamos el camino de Santiago desde Oviedo a Compostela.
Justamente en el momento que más concentrado estaba, alguien me atacó por la espalda, me levanté de un salto y aticé con el puño.
-¡Ay! ¡Qué haces!-. Era mi colega Paco
-¡Imbécil! Has sido tú el que me ha atacado por la espalda…
-Vale, vale, en paz. Venía a decirte que tol mundo se pira pa comer.
-Pos vale, ya iré cuando tenga hambre…… ¿has oído eso?
-Si, ha sido mi estómago, si no vienes conmigo me largo a comer solo.
-Si alguien me necesita estaré aquí tol rato.
-Pos taluego
-Chao.
No era su estómago lo que había oído antes, era una especie de susurro, miré alrededor, no había nadie por lo que decidí restarle importancia. Busqué mi mp4 ya que se me había caído cuando apareció Paco. Lo encontré en el suelo, al lado de la piedra en la que estaba sentado, me lo puse y escuché algo de AC/DC hasta que volví a oír aquel susurro, me quité los cascos, seguía oyéndolo pero no entendía absolutamente nada de lo que decía. Intenté averiguar de dónde venía y terminé dando vueltas alrededor de la estatua del peregrino. Me fijé en el diario que llevaba en su brazo izquierdo, de ahí salía el susurro, me acerqué, lo toqué, y cayó al suelo. Al caer, dejó de ser piedra y se volvió cuero y pergamino. Me agaché a cogerlo, y al abrirlo sentí un enorme mareo y caí al suelo.
Solo había sido un bajón o al menos eso creía yo. Me incorporé y me sacudí la ropa llena de tierra. Miré hacia el frente y vi un hombre anciano, llevaba la capucha puesta y un bastón en la mano derecha. En el pecho pude ver una especie de cruz, como las que adornan las vieiras de lo peregrinos, pero esta era de metal ya oxidado por el tiempo.
-No temas muchacho. Soy un mensajero, solía trabajar en el camino desde Asturias hasta Santiago.
-Bueno, y que es lo que quieres.
-Parece que no te das cuenta. Llevo encerrado en ese diario más de cuatrocientos años.
-E…eso es imposible.
-No, no lo es. Ese diario es un diario maldito que pone a prueba a todo aquel que ose abrirlo. Yo debía llevarlo a su dueño, pero no pude resistir la tentación de abrirlo y por ello fui castigado, al igual que ese hombre que se convirtió en estatua, que tenía que llevarlo a santiago para romper su maldición.
-¿Y eso en que me afecta a mí? Yo solo estoy de excursión con mi clase.
-No estás aquí por casualidad, ha sido el destino el que te ha traído hasta este diario porque el hombre al que se lo tenía que entregar y que murió por mi curiosidad era antepasado tuyo. Por eso te pido que lo lleves tú hasta Compostela ya que eres el único que tiene la fuerza de voluntad suficiente para llevar a cavo esta misión.
Tan pronto terminó de hablar desapareció. Yo me sentía muy bien, era como si tuviera el doble de fuerza, como si en vez de sangre tuviera bebida energética. De pronto era la persona más optimista del mundo. Corrí al comedor del albergue. Todas las personas estaban congeladas como estatuas pero no me afectó. Recogí mi mochila, metí allí el diario y robé una de las bicis de montaña que había en el albergue. No me encontraba muy lejos de Santiago ya que estábamos en Arzúa. Comencé a pedalear muy deprisa.
Hacia la media hora de partir volví a escuchar esa voz, pero ahora sabía que no debía escucharla, pero cada vez sonaba más fuerte. No se como, pero me dormí.
Desperté tirado en el suelo, no me dolía nada pero la bici estaba inutilizable. Me levanté, Santiago se veía muy cerca. Tenía fuerzas suficientes para seguir corriendo, y eso hice.
No tardé una hora en llegar a la ciudad, tan inmóvil como mis compañeros, parecía una ciudad estatua. Volví a oír las voces por lo que saqué el diario, rasgué una camiseta blanca y lo envolví. Corrí a la plaza desierta del Obradoiro, entré es la iglesia y dejé el diario a los pies del apóstol.
***
Abrí los ojos, estaba en el albergue de Arzúa. En el comedor encontré a Paco viendo las noticias:
…..pasamos a titulares: se ha hallado en Compostela un misterioso diario envuelto en tela…….
Salí a la calle y busqué la estatua. En su lugar encontré una fuente con una inscripción “Un camino lo hace el que lo empieza, el que lo sigue y el que lo termina”.
Epílogo
Desperté con un fuerte dolor de cabeza, había tenido una pesadilla, pero parecía tan real. No recuerdo donde estoy, he pasado por tantos lugares en mis sueños que estoy perdido, bajaré al comedor a ver si me refresco la memoria. En el comedor había varios viajeros comiendo, me acerqué al tabernero. Era el de Cangas.
-Señor....
-Muy buenos días, ¿quiere desayunar?
-Mmm creo que debería ponerme en marcha ya si quiero llegar pronto a darle las medicinas y el diario a su hermano.
-¿Perdone? ¿Mi hermano?, creo que me a debido confundir con otro, mi hermano murió hace ya muchos años, ande, siéntese y tómese un café invita la casa.
"Two Tears", Laura TvdB.
Se retiró el pelo de la cara, respirando hondo. Oía gritos de espanto y horror. Pero no veía nada.
Nada, excepto a él.
Se acercó corriendo adonde estaba, con su corazón latiendo alocadamente. Se inclinó junto a él, escudriñando su rostro.
--¿Diego?—murmuró, con un horrible nudo en la garganta. No había visto cuándo se había caído. Debería de haber sido muy repentino.
Él abrió los ojos con cansancio. La miró, casi sin reconocerla, o eso al menos pensó ella. El chico quiso hablar, pero le fallaba la voz, dominado por el agotamiento.
--¿Qué te ha pasado?—preguntó ella, pero se le quebró la voz. Nunca lo había visto tan débil--. ¿Un ataque de asma?
Él respiró profundamente, pero no pudo evitar soltar un quejido de dolor. Entonces, la chica reparó en la oscura mancha que florecía en su pecho, a través de su ropa.
--Dios mío… --susurró, espantada--. ¡Tengo que curarte eso!
--Es… demasiado tarde, Diana—musitó él, volviendo sus ojos hacia ella--. No lo intentes y sálvate tú. ¿O qué prefieres, que mueras conmigo?
--Quiero salvarme contigo—respondió ella, con una fuerza que en realidad no tenía. Pero la verdad se filtraba en su mente, desgarrando su alma, y supo que él tenía razón.
Diego le agarró del brazo con una firmeza asombrosa, teniendo en cuenta su debilidad en esos momentos.
--Escucha—jadeó, mientras cerraba de nuevo los ojos--. Huye. Tienes un salvoconducto. Eso te protegerá.
--No—apenas pudo decir Diana, con la voz estrangulada--. Lo perdí. Fui idiota y lo perdí…
Él clavó su mirada, extraordinariamente seria, en los ojos celestes de ella.
--Corre—murmuró, con voz ronca--. Corre y no mires atrás.
Su cuerpo se estremeció y se quedó inmóvil. El brillo de sus ojos se fue apagando, hasta que se extinguió del todo.
Las manos de Diana, que aún lo sostenían, empezaron a temblar. No podía ser. No podía ser. Él…
Se quedó un rato con la mente totalmente en blanco, sus manos engarfiadas, sosteniéndolo. Y, de pronto, estalló en un llanto sin lágrimas, unos sollozos en los que intentaba mitigar ese desgarrón en su alma, e intentando trasmitir al mundo su dolor, su inmenso dolor.
Pero nadie le dedicó una sola mirada.
Cuando al fin fue capaz de serenarse y mirar a su alrededor, quiso no haberlo hecho. Cuerpos inertes, sangre, gritos, tiroteos…
Pareció despertar de su sopor y, levantándose a duras penas y corriendo como pudo, salió de allí.
Corrió y corrió, hasta llegar a las afueras de la ciudad. Sus piernas flaqueaban, pero ella se mantenía imperturbable. No lograba entender cómo había conseguido escapar, pero tampoco se lo planteó.
Se metió en unos campos de maíz que milagrosamente habían sobrevivido en esos tiempos, para que nadie la viera.
Paró de pronto, se dobló en dos, cayó al suelo y cerró los ojos.
Dos únicas lágrimas rodaron por sus mejillas con lentitud, y cayeron al suelo, sin prisa. En silencio.
Fue la única vez que Diana lloró por esa horrible y espantosa Guerra Civil Española que marcó su vida para siempre.
Éstos son los relatos que, de entre los ocho que me han enviado, he considerado los mejor narrados, que menos faltas ortográficas han cometido, los mejor hilados y de temática más trabajada. Ello no significa que los otros no me hayan gustado, o que no estuvieran bien escritos, pero, chicos, alguien tenía que ganar XD. Algunos de vosotros me habéis pedido mi opinión sobre vuestros relatos y os prometo que en cuanto disponga de un poco de tiempo para mandaros un correo con mi opinión, lo haré. Sólo me queda ya presentaros el relato que he escrito, que si recordáis en las bases puse que le dedicaría un relato mío al ganador del concurso. Pues bien, visto lo visto, he decidido dedicar este relato a todos aquellos que han participado en el concurso (Kirtashalina, Kapy, Laura, Lestat de Lioncourt, Adol, Abel, Aarón y Ana Rodríguez). El relato no tiene título, como ya viene siendo costumbre en mí, por lo que simplemente lo llamaremos, "Relato escrito en la tarde previa a la lectura de un interesante libro de catalán". Espero que os guste. ¡Un cálido abrazo para los participantes del concurso y para todos aquellos que me siguen en éste y mi otro blog y enhorabuena a los ganadores!
Relato escrito en la tarde previa a la lectura de un interesante libro de catalán
Los ojos del populacho brillaban con la desesperada necesidad de un perro hambriento, al que, llevando días enteros sin robar bocado, su dueño sólo tiene a bien lanzarle las sobras rosigadas de un guiso frío y pasado. Los espías que
Sólo desgarraban la quietud que precede a la aurora los insultos desdeñosos de aquellos que hasta hacía poco menos de una semana habían acudido, como fieles devotos, a la botica de aquella desdichada que hoy moriría, consumida entre las llamas, en busca de las pociones milagrosas que ésta ofrecía para poder alimentar a su pequeña.
Y es que no sólo las campesinas más supersticiosas iban en busca de su ayuda demandándole entre súplicas sus elaborados filtros de amor. En más de una ocasión se había visto, envuelta entre ropajes oscuros y al amparo de la negrura de la noche, a la marquesa de la villa tocar a su puerta, pagándole con sus sucias monedas brebajes abortivos con los que enmendaba después el resultado de sus escarceos amorosos con el rey de las Españas.
Y ahora, la misma gente que antes la había buscado y alabado para que los ayudara a realizar sus más oscuros deseos, le lanzaba con furia injustificada fruta podrida y objetos de diversa índole, tildándola de “puta” y “bruja”, como si aquél fuera el peor de los pecados.
La subieron al patíbulo, su nívea y esbelta figura de antaño mancillada ahora por los latigazos y cardenales que las conocidas torturas de la Inquisición habían obrado sobre su cuerpo, y la ataron, como si no fuera más que un despreciable animal, a la pira en la que segundos después ardería, como acto previo a la purificación de su alma pecadora.
— Arrepiéntete de tus pecados, hija mía, y el Señor en su infinita misericordia no dudará en perdonarte y en acogerte de nuevo en su seno — le ofreció el cardenal de la villa, el mismo que la noche anterior la había violado impunemente en su celda, demostrándole así el inquebrantable poder divino que él, por la gracia de Dios, ostentaba con orgullo.
— ¡Púdrase en el infierno, cardenal! — exclamó ella con las pocas fuerzas que le quedaban, antes de escupirle en la cara al hombre que había arruinado su vida y la de su hija para siempre.
El cardenal, furioso por semejante atentado contra su persona, no vaciló en alzar su mano, la derecha, por supuesto, dando así al verdugo la inequívoca señal de que procediera.
El encapuchado, sin atreverse siquiera a mirar a los ojos de la pobre desgraciada, prendió fuego con la antorcha que portaba en su mano los leños que habían dispuestos a los pies de la acusada.
El fuego comenzó a extenderse por la pútrida madera que rodeaba a la bruja, como si los coros de la enfebrecida plebe, que parecía pasar por alto el hecho obvio de que al día siguiente cualquiera de ellos podría verse en la misma situación que la desdichada que ardía ahora sobre el patíbulo, lo instarán a expandirse, hasta arrasar con el último de los cabellos de la joven, reduciéndola así a cenizas.
El olor a carne quemada comenzó pronto a impregnar el aire de la plaza Mayor, haciéndolo prácticamente irrespirable. Los insultos sin sentido del populacho se mezclaban ahora con los gritos agónicos que lanzaba la muchacha, que se encontraba ya a las puertas de la muerte.
Los niños asistentes a aquel espectáculo macabro y enfermizo se divertían haciendo bromas y observando cómo el anaranjado fuego lamía en sentido ascendente el maltrecho cuerpo de la víctima de tamaña salvajada. Quiso el Señor, aquél en cuyo nombre tantos indecibles crímenes se han cometido, que la madre de uno de aquellos infelices renacuajos corriera, tan sólo un mes después, la misma suerte que aquella desdichada.
Y fue así como, durante siglos, aquellos que se hacían llamar “los representantes de Dios en la Tierra ” masacraron impunemente a tantos inocentes cuyo único pecado fue alzarse con valentía contra su Imperio del Terror.
Feliciades a los ganadores y que les den mucho por culo a los que sólo escriben me encanta.
ResponderEliminar¿No vas ha hacer más concursos? :(
ResponderEliminarDe verdad que lo siento, creo que te dije que quizás participaría no se, pero por lo que veo los que sí han participado están buenísimos, me han encantado :)
Cierto es lo que has comentado sobre la sociedad..pero también debes tener en cuenta, que a estas alturas del curso, los exámenes trimestrales roban muchísimo tiempo (como me pasa a mí :( )
Y yo que tú no descartaría poder hacer alguna otra vez un nuevo concurso. ¿Quien sabe? Quizás participen tantos que no te de ni tiempo a leerlos.
Tú no quites mérito a tus concursos, si a una persona le gusta escribir, participará en un concurso para darse a conocer, no sólo por el premio (aunque hay gente para todo -.-")
Si alguna vez llegas a decidirte por un nuevo concurso, trataré de participar (no te lo aseguro, porque me conozco xD)
Un besito:)
Bueno, Athenea, para empezar MUCHÍSIMAS GRACIAS por concederme el tercer premio. Viniendo de ti sé que no hay "enchufe" en ninguno, cosa que hay mucho en otras partes y otros concursos.
ResponderEliminarMi enhorabuena a Kirtashalina y a Kapy; me he leído los relatos y el de la primera me ha parecido enormemente original, y el de Kapy muy, muy bien narrado. Os merecéis el premio, vaya que sí.
Y para terminar, mi opinión sobre el relato que has escrito.
Desgraciadamente, la Iglesia Católica y Protestante estuvieron tan corrompidas en el tiempo medieval-renacentista, que no puedo estar más de acuerdo con tu relato. Es horriblemente cruel esos abusos y creencia de brujerías. Pero por lo que yo estoy informada, no era el cardenal ni la Inquisición los que acusaban de brujería sino el alcalde, el populacho o el dueño de las tierras. La Inquisición se encargaba de excomulgar o de ejecutar injustamente a "pecadores". (de todos modos, tampoco estoy 100% segura, pero por lo que sé de esos tiempos, creo que era así).
Por suerte, hoy en día ni existe la Inquisición, ni -apenas- la corrupción de religiones y acusaciones mentirosas del pueblo hacia alguien exceptuando algunos países musulmanes.
Bueno, me sabía mal no comentar aquí ya que he sido uno de los premiados, en primer lugar Muchas Gracias, creo que no me lo merezco y que los otros son mejores, como ya le dije a Laura en su día. en cuanto a la gente que no participa, puede ser por muchas razones, sin embargo todos tenemos algún que otro pedazo de papel en el que alguna ver pusimos una letra detrás de otra y salió algo que puede valer para este tipo de concursos, porque para mi el mejor premio no son 100 € ni 2€ sino el hecho de que algo que es tuyo sea reconocido como algo merecedor de leerse. Así que felicidades a las señoritas Laura y Kirtashalina y a ti Athenea decirte que si sigues haciendo concursos seguire presentandome. Un saludo
ResponderEliminar¡Bueno! Me alegro muchísimo de haber ganado, pero lo cierto es que Kapy y Laura lo han hecho enormemente bien también, ¡mi enhorabuena, chicas!
ResponderEliminarLuego, por otra parte, espero que hagas más concursos, porque como dice Patricia, aunque el premio es lo que llama más, también está bien participar sólo por darse a conocer (:
Y bueno, no sé muy bien qué más decir. Todos los relatos me han parecido estupendos, una muy buena competencia (:
¡Un beso!
jo, a mi no me das la enhorabuena?:( jaja
ResponderEliminarSi te fijas en la hora que estoy comentando esto son las 6:18 am. Acabo de terminar mi proyecto y no tengo tiempo para nada, más bien ando mirando el reloj mientras doy un sorbo a la leche mientras recuerdo las palabras de mi novia "Lestat, pronto a la cama..."
ResponderEliminarLlevo días sin dormir, sin descansar ni un segundo, pero pensaba que tenía que pasar por aquí para saludarte y ver cómo te iban las cosas.
Lamento muchísimo esto, no haber ganado... no es eso... sino que tan poca gente participara. No sé, yo he ganado concursos de dinero y también fuera del país... está muy bien eso de la fama y la gloria -sobretodo si es monetaria- pero si es para divertirse ¿no? ¡por favor!
Yo cuando tenga tiempo, seguramente a partir del miércoles... (ya que tengo que terminar de editar unas imágenes, revisar unos documentos y entregarlos) leeré estos relatos que seguro que son fantásticos. Así como intentaré encontrarlos por este mundo virtual que a veces... sólo a veces... nos da ooportunidades así.
En fin, buenas noches.