Guy de Maupassant, "Le Horle"

"¿Has pensado que sólo ves la cienmilésima parte de lo que existe? Considera, por ejemplo, el viento, que es la más grande de las fuerzas de la naturaleza. Derriba a los hombres, destruye casas, arranca los árboles de raíz, agita los mares formando olas gigantescas que azotan los acantilados y lanza los barcos contra los peñascos. El viento silba, ruge, brama, incluso mata a veces. ¿Lo has visto? Sin embargo, existe" (Guy de Maupassant, "Le Horle")

martes, 7 de junio de 2011

Parte V. La primera vez que nos vimos.

Bueno, chic@s, aquí os dejo una nueva parte de "Perfume exótico". En esta ocasión, va a ser un flashback, narrado desde la perspectiva del secuestrador. Espero que os guste. ¡Un besito!


— Mañana viene mi tía de Hamburgo, tío. Qué mierda. Se me acaba la libertad — se quejaba Kurt con fastidio, mientras entrábamos en la cafetería.
           
— Tío, míralo por el lado positivo — replicó Miquel —, te hará la comida, la cama y todas las tareas del hogar. ¡Será como tener criada gratis!
           
Yo rodé los ojos ante aquel comentario tan propio de Miquel. Si la tía de Kurt no se preocupaba por tener limpia y adecentada su propia casa, ¿qué le hacía suponer que iba a comportarse de forma diferente en casa de su sobrino?
           
— Ey, Pablo — me llamó Kurt, poniéndome ojitos de cordero degollado. Iba a pedirme algo, seguro… — ¿Puedo quedarme en tu casa estos días? No te molestaré mucho y prometo no traer chicas…

— Tío, no es que no me haga ilusión compartir piso contigo — lo interrumpí, antes de que pudiera engatusarme —, pero no creo que ésa sea la opción más inteligente. Tu tía viene a estar una semana contigo, a tu casa. ¿Qué crees que va a pensar si ve que tú te vas a pasar esa semana a casa de un colega? Se va a ofender, tío. Y con razón. O peor aún… Querrá venirse a mi casa, para que estemos “todos juntitos y felices”, y por ahí si que no paso.

Miquel contuvo una carcajada antes de desviar su mirada sobre tres “féminas” que estaban apoyadas frente a la barra.

— Ey, tíos  — dijo, con tono conspiratorio —, ¿os habéis fijado en esas tres?

Kurt hizo una mueca de disgusto antes de replicar, en tono quejoso:

— ¿Podemos volver a mi problema, por favor? ¡Estoy desesperado y a ti sólo te preocupa ligar con tías!

— Colega, tu tía viene esta semana, de acuerdo. Se queda durante siete días, de acuerdo. No la soportas, de acuerdo. ¡Pero deja de dar la vara con el tema! ¡Deja de llorar como una nena y afronta la situación como un hombre!

Kurt fulminó a Miquel con la mirada, antes de sentarse en nuestra mesa de siempre. Yo no tardé en imitarle, mientras que Miquel decidió ir a probar suerte con las “tres mozas” que habían captado poderosamente su atención momentos antes. A una de ellas, una rubia con pinta de tener menos neuronas que Paris Hilton en una noche de borrachera, la había visto alguna vez por los pasillos, pero las otras dos no me sonaban de nada. Seguramente aquél era su primer año en la facultad, y venían poco por la cafetería.

— Me apuesto veinte pavos a que lo mandan a tomar viento fresco — empezó a decir Kurt, que parecía que iba recuperando su humor paulatinamente. Yo esbocé una sonrisa torcida antes de replicar:

— Los veo.

Unos cinco minutos después, Miquel volvió a la mesa con un papel doblado en su mano, y una enorme sonrisa dibujada en su rostro.

— La rubia ha caído — anunció, antes de sentarse con nosotros en la mesa.

Yo esbocé una sonrisa triunfal, antes de extender mi mano en dirección a Kurt. Éste, con cara de pocos amigos, sacó veinte euros de su cartera y los depositó sobre la palma de mi mano.

— Hoy no es mi día — se quejó, antes de darle un buen mordisco a la napolitana de chocolate que se había comprado antes. Yo estallé en una sonora carcajada, antes de replicar:

— No, desde luego que no.

Un momento después me levanté de la silla y me dirigí hacia la barra para pedir mi propio almuerzo. La rubia tonta ya no estaba en la cola, de hecho, se había sentado en la mesa contigua a la nuestra, y estaba flirteando animadamente con Miquel, para absoluto espanto de Kurt. Las otras dos chicas, sin embargo, seguían en la cola y parloteaban acerca de un trabajo sobre Shakespeare que tenían que entregar la semana siguiente. Así que eran estudiantes de filología inglesa…

— Podríamos quedar mañana en tu casa para pulir algunas partes — le estaba diciendo la morena a la otra chica —. Que siempre nos pasa lo mismo: lo dejamos todo para el último día, y luego…

— Sofía, tía, relájate — replicó su amiga, agitando la mano con gesto despreocupado —. Tenemos tiempo más que de sobra.

La morena se quedó mirándola con cara de pocos amigos antes de contestarle:

— Blanca, no te escaquees, que nos conocemos.

No pude evitar esbozar una sonrisa ante aquella salida de tono por parte de la tal Sofía. Saltaba a la vista que tenía carácter…

— Está bien, está bien — replicó la otra, con voz cansina, dándose por vencida —. Mañana a las cinco en mi casa.

— Muy bien — convino la morena, esbozando una dulce sonrisa. Sin duda, una sonrisa realmente hermosa —. Después, si da tiempo, podemos ir al cine.

La otra chica asintió alegremente con la cabeza ante aquella sugerencia. Les llegó entonces el turno para pedir. Ambas se compraron unas napolitanas de jamón york y queso y dos fantas de naranja. 

“Es una mujer con gustos clásicos”, pensé con una sonrisa. “Me preguntó si será igual en sus gustos con respecto a los hombres”.

Cogieron sus pedidos, y salieron de la cola en dirección a la mesa donde se había sentado su amiga, con “tan mala” suerte, que, como iban hablando sin prestar atención a otra cosa, la morena se dio de bruces conmigo.

— Lo siento, mucho — se apresuró a disculparse —. Perdóname, soy muy torpe.
           
La pobre se había puesto roja como un tomate y no sabía ya cómo pedirme disculpas. Era tan absolutamente adorable, allí parada, sin saber hacia dónde mirar, y con media cafetería con la vista clavada en ella.

— No te preocupes, preciosa — repliqué yo, esbozando una dulce sonrisa —. No ha sido nada.
           
Ella asintió con la cabeza, esbozando la sonrisa más forzada que yo había visto en mi vida, antes de coger a su amiga de la mano y “arrastrarla” hacia la mesa de la rubia, que las contemplaba con la boca tapada con una mano para contener la risa.
           
“Si crees que puedes huir de mí tan fácilmente, pequeña, vas lista”, pensé con una sonrisa traviesa.
           
Después de comprarme el almuerzo, me senté de nuevo en la mesa con mis amigos, que estaban discutiendo animadamente sobre las posibles formas de cargarse a la tía de Kurt sin ser descubiertos por la policía.
           
— Ey, tío — me dijo Miquel cuando me senté en mi silla —. ¿Te apetece venirte este sábado con la rubia y conmigo al cine? Creo que después nos iremos a su casa, a jugar un rato… Tú ya me entiendes…
           
“Como para no entenderte…”, pensé con sarcasmo.
           
— Te lo agradezco de veras, Miquel. Pero este fin de semana tengo otros planes… — repliqué, sin apartar la mirada de la muchacha morena que estaba sentada en la mesa contigua a la nuestra.   

3 comentarios:

  1. Ujumm así que así la conoció.
    Un encontronazo.

    Está muy interesante aunque se me ha hecho corto xD

    Besos! <3

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  2. Que romántico... *.* Amor entre napolitanas. :) Jo, me has dejado con ganas de más. XD Y sí, a mí también se me ha hecho corto. ¬¬

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  3. Me los he leido todos del tirón... y solo puedo decir que quiero más e.e
    Si, lo has escrito tan genial que se hace corto XD
    Te sigo en este blog tambien, publica pronto ^^

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