Guy de Maupassant, "Le Horle"

"¿Has pensado que sólo ves la cienmilésima parte de lo que existe? Considera, por ejemplo, el viento, que es la más grande de las fuerzas de la naturaleza. Derriba a los hombres, destruye casas, arranca los árboles de raíz, agita los mares formando olas gigantescas que azotan los acantilados y lanza los barcos contra los peñascos. El viento silba, ruge, brama, incluso mata a veces. ¿Lo has visto? Sin embargo, existe" (Guy de Maupassant, "Le Horle")

domingo, 5 de junio de 2011

Perfume exótico: Desig.

El rubio macizo se sentó en una de las sillas que había frente a la cama y se encendió un cigarrillo con gesto despreocupado. En aquella posición, sentado frente a mí, tenía más libertad para observarlo detenidamente. Llevaba unos vaqueros azules desgastados por el uso y una camisa de manga corta color verde manzana con los dos primeros botones desabrochados. El tupido cabello rubio le llegaba por las orejas y lo llevaba muy despeinado…
           
— ¿Te gusta lo que ves? — preguntó él con una sonrisa torcida, sacándome abruptamente de mis ensoñaciones.    
           
— ¿Cómo dices? — repliqué nerviosa, en un intento por ganar tiempo.
           
— Te he preguntado si te gusta mi cuerpo, preciosa — respondió, levantándose repentinamente de la silla, y acercándose hacia la cama, sin borrar esa sonrisa descarada de sus labios —. Porque si es así, yo no tengo inconveniente alguno en que demos… rienda suelta… a nuestra mutua atracción física.
           
Yo tragué saliva con dificultad, antes de contestar:
           
— Yo… La verdad es que estoy bien así.
           
— ¿Así? ¿Así cómo?
           
Ya lo tenía encima. Literalmente. Se había sentado al borde de la cama y estaba acariciando mi muslo derecho con gran maestría…
           
— No voy a acostarme contigo — le solté de repente con voz cortante. Pero aquello, en vez de enfadarlo o entristecerlo como yo había esperado que sucediera, pareció divertirlo bastante, porque se echó a reír a carcajada limpia.
           
— ¿Se puede saber de qué te ríes, tío? Te estoy hablando muy en serio. No pienso acostarme contigo. Nunca.
           
— Eso es lo que dices ahora, preciosa — replicó, muy seguro de sí mismo —. Pero ya verás, que muy pronto vas a cambiar de opinión.
           
Tras decir esto, y sin previo aviso, se inclino sobre mí, y atrapó mis labios con los suyos  en un fogoso y hambriento beso que me dejó sin aliento.
           
“Dios, si todo lo hace igual de bien, qué delicia de hombre”, pensé mientras me tenía entre sus brazos. Pero él no pareció contentarse con ese simple contacto. Con la mano libre, me levantó levemente la tela del camisón, y comenzó a acariciar mi sexo por encima de las braguitas.
           
— ¡Oh, Dios mío! — grité cuando nuestros labios se separaron. Él esbozó una enorme sonrisa satisfecha, sin dejar de acariciarme en la zona más íntima de mi cuerpo.
           
— ¿Sigues creyendo que “nunca” te acostarás conmigo, cielo?
           
— Yo… No… No sé… — repliqué con voz jadeante.
           
Él estalló en una sonora carcajada de triunfo antes de apartar su mano de mi sexo, dejándome con ganas de más.
           
— Haré que me supliques que te haga el amor — me prometió, sentándose de nuevo en la silla de antes.
           
“Pues ya lo estás consiguiendo, colega”, pensé con sarcasmo.
           
— ¿Sabes? — me preguntó de repente, después de haberle dado una larga calada a su cigarrillo — Lo he estado pensando. Creo que lo mejor será que duermas tú sola en esta habitación. No quiero… ya sabes, imponerte mi presencia.
           
— ¡¿Que no quieres imponerme tu presencia?! Pues suéltame y devuélveme a mi casa, ¡cabrón desquiciado!
           
Mi captor clavó su mirada esmeralda en la mía, entrecerrando sus ojos lentamente, como si estuviera evaluando clínicamente la expresión que se dibujaba en mi rostro.
           
— Me encanta lo fogosa que eres. Creo que ya te lo he dicho antes. Umm, me muero por follarte, en serio.
           
De no haber estado atada a la cama y secuestrada por un colgado, que además estaba más salido que el pico de una mesa, aquella réplica me habría hecho partirme de la risa. Pero en honor a la verdad, lo cierto es que en lugar de hacerme reír, aquella afirmación tan categórica por su parte me excitó al punto. Y mi captor pareció notar aquel cambio en mi actitud…
           
Sin embargo, cuando estaba a punto de levantarse de nuevo para “acosarme”, se oyeron unos golpecitos en la puerta del dormitorio. Aquello lo paró en seco, al tiempo que aparecía en mí la esperanza de que pudiera venir alguien a rescatarme. Pero nada más lejos de la realidad.
           
— ¡Señor, ya he vuelto de hacer la compra! — se oyó la voz de una mujer mayor con marcado acento del Este, al otro lado de la puerta — ¿Me necesita para alguna cosa más?
           
Mi captor se quedó mirándome con una sonrisa que era a un tiempo traviesa y conspiradora. ¿Qué estaría tramando…?
           
— ¡Sí, Kathinka! — le contestó él — Necesito que le prepares un baño y ropa limpia a una invitada muy especial.

4 comentarios:

  1. Donde esta el oso yogie¿? y el piano¿?
    me defraudas tia... :( y el refresco por la escena calurosa¿?
    jajajajajaj esta pues... genial como simpre! ala ya puedes subi prontoo eee! eso kiere decir k empiezes ya! jajaj
    un besooo

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  2. ¡¡JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA!! ¡¡DIOS!! ¡Te juro que cuando he leído esto: "...que además estaba más salido que el pico de una mesa,..." me he partido de risa! ¡Ha sido increíblemente sensacional! ¡Por favor, escribe más partes de esta historia, que los puntazos del secuestrador y los pensamientos de la chica son brutales!

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  3. Iba a comentar lo de Katia, lo del pico de la mesa, qué panzón de reir xDD
    Está genial, sube pronto otra parte eh? :)
    Besos!

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  4. Creo que no me queda nada por decir, lo dicen ellas todo =)
    Solo que publiques otra parte ;)
    Besazos.

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