Sus facciones estaban contraídas
en una mueca de profundo dolor. Nunca en toda mi existencia había contemplado
un rostro tan perfectamente proporcionado como el suyo y al mismo tiempo tan
espeluznante. Se había dejado caer de rodillas sobre el húmedo suelo del
acantilado y la torturada mirada con la que recorría el cadáver de la mujer
apenas dejaba entrever un atisbo de la furia asesina que lo consumía.
El cuerpo de aquella desdichada pueblerina
estaba completamente cubierto de sangre y marcas de arañazos y moratones se
extendían por toda su piel. La habían golpeado de forma reiterada, pero ella se
había defendido, presentando batalla hasta el final. Aunque aquella lucha sin
cuartel no había evitado que mancillaran su cuerpo con una saña inusitada.
Tenía rotos la mayoría de los
huesos del cuerpo, la mandíbula desencajada y había perdido gran parte de su
largo cabello negro. Sus ropas no presentaban mejor aspecto: su sencillo
vestido de campesina, que había sido blanco cuando lo tejió, se había teñido
ahora de un vívido color carmesí, salpicado por un marrón oscuro procedente del
barro que se había formado en el acantilado a causa de la lluvia. Estaba hecho jirones y apenas cubría ya el cuerpo de la muchacha, de modo que su aspecto no
era muy distinto del que habría tenido una vulgar ramera a la que acabaran de
matar después de haberla violado. Tampoco llevaba sus habituales zapatos
azules, regalo de su difunta madre, aunque desconozco la utilidad que el
asesino podría haberle encontrado al modesto calzado de una campesina.
Si la contemplabas detenidamente,
concentrándote en cada hematoma, en cada quemadura, en cada corte de su
maltrecho cuerpo, una miríada de sensaciones contradictorias se hacía con el
control de tu cuerpo. Compasión, por la forma en que aquella mujer había sido
maltratada hasta el punto exacto de su muerte; rabia, contra los hombres que le
habían hecho aquello; tristeza, por la pérdida de un ser humano y por el dolor
que ésta iba a causar a sus seres queridos; terror, porque ese brutal crimen
podría repetirse de nuevo si no se encontraba pronto al asesino; y finalmente
impotencia, ya que no se podía hacer nada para devolver a aquella pobre
desgraciada a la vida.
Aquéllas eran precisamente las
sensaciones que sacudían violentamente el cuerpo y el alma de nuestro caballero,
y que le hicieron lanzar un desgarrado aullido de dolor, procedente de su pecho
roto por la desesperación. Alzó las manos al inmenso cielo vespertino de forma
casi teatral, como aquél que busca consuelo en un dios en el que ya no volverá
a creer. Juró que ese crimen no quedaría impune. Juró que algún día alcanzaría
su venganza.
Hola, Athena. :D
ResponderEliminarLa verdad es que se me ha hecho corto el relato, pero ha estado bastante bien. :)
Me da mucha pena que la pobre mujer haya acabado así, tan descoyuntada.
Para matar a alguien no hace falta ensañarse, jajaja.
No, ahora fuera bromas: la verdad es que creo que has sabido transmitir los sentimientos de dolor e impotencia del caballero. Pobrecillo.
Por cierto, en el segundo párrafo empezando por el final, has repetido dos veces la palabra "cuerpo" muy seguidas. Queda raro.
Besos, y publica pronto. :)
Soy la primera??? Ay que ilusión!!!!! (Sun se me adelantó =( )Que decirte queridísima Athenea!!! Hace mucho que no te comento y te leo, ya que apenas tengo tiempo ni para mi!!! Pero hoy he hecho un esfuerzo para hacer un huequillo y decirte que cada vez que te leo me sacas una sonrisa y me dejas los vellos de punta. Pero TODOS!!!! XD jajajajaja y que bueno, que nunca dejes de escribir, que vales para esto y que me ha encantado el relato!!!! Espero que pueda vengarse, sin cegarse mucho!!! Es algo triste que acabe así, pero espero que continúes con algo parecido!!! Un besazo enorme, y recordarte que estás invitada a pasarte por mis blogs siempre que quieras ^_^ Un beso enorme guapísima
ResponderEliminarMe alegra mucho que hayas colgado un nuevo relato. Los anteriores también los he leído, no te creas, pero me perdía un poco porque no veo/leo "Juego de tronos".
ResponderEliminarEn fin, que me ha gustado muchísimo este relato. Describes muy bien a la mujer hecha polvo, pobrecilla. Me he situado tanto en la escena que casi he sentido el agua que chocaba contra los acantilados salpicándome, de verdad. Haces las descripciones muy exactas.
He detectado dos faltas de ortografía: "Se había teñido de un vivido color"... te falta la tilde en "vívido"; y "Estaba hecho girones", jirones es con "j".
Por todo lo demás, me ha gustado mucho.
¡Un besito!
Me he sentido como en la escena de un crimen. Un crimen brutal desde luego, me ha sonado a que puede haber más. Sería algo nuevo para ti y nosotros porque es un tema que no tocas. Sobre todo nos dejas a nuestra imaginación la identidad del hombre, eso también me gusta. Los tíos también podemos sentir dolor y pena por una víctima de violación no todos somos unos hijos de puta sin cabeza.
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