Bueno, como ya he dicho en la entrada anterior, hoy os traemos Adol y yo nuestra nueva historia, escrita de forma conjunta por los dos: Cueste lo que cueste. Esta primera parte ha sido escrita por mí, en tercera persona (sí, ya lo sé, algo inusitado en mí XDD) y se centra en el personaje de la princesa Lucrecia. Debo señalar que la historia se sitúa en un reino ficticio (a lo Juego de tronos), con batalla Norte-Sur incluida. Para más información, podéis consultar la sinopsis:
http://athenea-atenea.blogspot.com.es/2012/07/buenas-noches-gente.html
Me gustaría por otro lado (algo poco usual en mí también) dedicar esta entrada a una persona que, en los últimos días se ha convertido en alguien muy especial para mí. Así pues, le dedico este pequeño pedazo de mi alma a mi Dexter rubio, a mi King in the North, a mi loco adorable. Je t'aime, mon amour.
Sin más dilación, esperamos que os guste la historia. ¡Un beso!
Me gustaría por otro lado (algo poco usual en mí también) dedicar esta entrada a una persona que, en los últimos días se ha convertido en alguien muy especial para mí. Así pues, le dedico este pequeño pedazo de mi alma a mi Dexter rubio, a mi King in the North, a mi loco adorable. Je t'aime, mon amour.
Sin más dilación, esperamos que os guste la historia. ¡Un beso!
LUCRECIA
Sus
quebrados gritos de dolor habían desgarrado la reinante paz nocturna como si de
un afilado cuchillo se tratase. La sangre, de un mareante color carmesí,
manchaba sus pálidas manos, acentuando su aspecto espectral y demacrado. Tres
de los oficiales que formaban parte de la guardia real del príncipe James la
agarraban del pelo y los brazos con una vehemencia desmedida, en un vano
intento por ahogar sus ponzoñosas maldiciones. La conducían hacia las mazmorras
a través del ala oeste del castillo, una zona indeciblemente inhóspita por la
que Lucrecia jamás se había atrevido a aventurarse. Su padre tampoco lo habría
consentido, de cualquier forma. Aquél no era lugar para una dama de su clase.
Aquellos
angostos pasillos habían sido construidos ex profeso para que la agonía de los
prisioneros del rey se incrementara hasta el punto de hacerse prácticamente
insoportable: la oscuridad subrayando la incertidumbre de su futuro, la
penetrante humedad de las paredes calándose en sus huesos en forma de hielo
líquido que congelaba la sangre en sus venas. Lucrecia clavó los ojos en la
estalactita que revestía las paredes, mientras un nudo se le formaba
inexorablemente en el estómago. Todos sus sueños, todo por lo que su padre
había luchado durante años, les había sido arrebatado de las manos de un
plumazo. Una solitaria lágrima rodó por su rostro, fundiéndose con su piel al
llegar a la altura de la comisura de sus labios. Había confiado en él, le había
dado todo su amor. Y él, a cambio, le había arrancado el corazón con sus sucias
pezuñas y lo había resquebrajado en mil pedazos.
“No
había necesidad de matar a mi padre”. Una mezcla de sentimientos encontrados la
sacudió cuando ese pensamiento se formó en su mente. Pero uno de ellos se
imponía sobre los demás: un odio profundo
contra el hombre que había destrozado su vida y acabado con la de su
padre.
¿Cómo
había podido estar tan ciega? Lucrecia siempre había sido una muchacha inocente
y sin maldad, pero nunca se había considerado a sí misma como una niñita
estúpida y fácilmente manipulable. Sin embargo, lo cierto es que ese pérfido
sureño la había engatusado con sus refinados modales y su acento melodioso. La
había utilizado para llegar hasta su padre y arrebatarle lo que le pertenecía
por derecho: el trono del Norte.
—
Cierra la boca de una puta vez, zorra — gruñó contra su oído uno de los
guardias, al tiempo que estiraba de su melena azabache con una saña inusitada. Pero Lucrecia no se amilanó ante aquella amenaza.
Por el contrario, gritó con más fuerza, invocando sus poderes y dirigiéndolos
contra aquéllos que la estaban privando de su libertad. Fue entonces cuando se
dio cuenta de que también se los habían arrebatado.
“¡Por
todos lo dioses! Esto no puede estar sucediendo. No puede ser real. Tiene que
ser una maldita pesadilla”.
Una
pesadilla que había comenzado apenas unas horas antes, cuando los agónicos
gritos de su padre la habían arrancado de los dulces brazos de Morfeo. El
castillo permanecía envuelto en penumbras, pues a aquellas horas de la
madrugada todos sus habitantes estaban sumidos en el más profundo de los
sueños. Así pues, se había visto obligada a vagar por los oscuros corredores
que precedían los aposentos de su padre con una lámpara de aceite, su menuda
figura dibujando difusas formas fantasmagóricas en los muros que los
rodeaban.
Nada
malo podría haberle sucedido a su padre, se decía, pues tiempo ha había sido un
guerrero sobresaliente en el fragor de la batalla. Sin embargo, aquella frágil
convicción se vio reducida a cenizas cuando consiguió por fin penetrar en los
aposentos del rey. Cerró los ojos con fuerza ante el recuerdo, en un
infructuoso intento por hacer retroceder esa macabra imagen. “No había
necesidad de matar a mi padre”, se repetía, como si de una pueril letanía se
tratase.
El
príncipe sureño se había ensañado, profanando con su vulgar cuchillo de
carnicero el cuerpo del que hasta hacia unas horas había sido el soberano
legítimo de las tierras del Norte. ¿Acaso no habría tenido suficiente
apuñalándolo? ¿Acaso había disfrutado viendo retorcerse en su propia sangre a
un pobre anciano indefenso?
Sí,
por supuesto que lo había disfrutado. No había ninguna otra explicación
posible. Su abuelo había tratado de advertirle a través de sus historias sobre
la perfidia que caracterizaba a los señores del sur. De su insaciable sed de
poder, de sus instintos sanguinarios, ocultos tras una confeccionada máscara de
cordialidad y modales impecables. Y ella había sido tan tonta como para pasar por
alto aquellas historias, tildándolas de frívolas e infantiles. Pero de poco
servía ahora castigarse con esos funestos reproches. Su abuelo llevaba años
muerto, y ahora también lo estaba su padre. Y muy pronto ella les haría
compañía en el otro lado.
Las
lágrimas ardían en sus ojos, pugnando por escapar, pero ella se obligó a
cerrarlos con fuerza, no dispuesta a ver su orgullo pisoteado por aquella
femenina debilidad. La sangre del rey aún calentaba sus manos, reavivando en la
mente de Lucrecia la imagen de su cuerpo desmadejado, tendido de forma grotesca
sobre aquel charco de sangre. La escena había resultado demasiado mareante,
hasta el punto de que el mero hecho de respirar se hizo prácticamente
insoportable. Aquel penetrante olor metálico se había introducido en sus fosas
nasales con una fuerza devastadora, haciéndole perder la conciencia. Se había
desmayado sobre su cadáver. Fue así, se recordaba, como había acabado cubierta
de sangre. La sangre de su ahora difunto padre, el único objeto material que aún
conservaba de él.
La
impotencia se mezcló en sus venas con la ira corrosiva que esos sureños
malnacidos le inspiraban. Una combinación explosiva, sin duda, si no se sabía
cómo canalizarla. El ahogado repiqueteo de las ratas correteando en las celdas
de los prisioneros la arrancó súbitamente de sus cavilaciones. Se encontraban
ya en las mazmorras de palacio.
Me ha encantado tanto la presentación como esta primera parte de la historia. Muchisima suerte a los dos para continuar la.historia y una enorme enhorabuena para Athenea xq esta parte le ha salido genial, me ha gustado mucho la idea y la traición. Estoy deseando seguir leyendo. Un abrazo enorme jejeje
ResponderEliminarVaya, ha estado mucho mejor de lo que parecia al principio, la rabia, angustia y el coraje por la muerte de su padre era a un principio real, muy real y eso me ha gustado muchísimo. Me alegro de que os este saliendo tan bien la historia, aunque solo lleváis dos capitulos.
ResponderEliminarUn besazo, me voy a leer el siguiente.
Uffff... hacía mucho que tenía esto pendiente, pero no me ha dado el tiempo ni la disponibilidad para leerlo y comentarlo.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho. El desarrollo de los sucesos, la angustia, mezclado con la furia y la desesperación, lo expresas muy bien. Eso sí, al morirse el rey con tanta sangre me ha dado un poco de repelús, jajaja.
En resumidas cuentas, el principio viene pisando fuerte.
Enhorabuena a los dos. :)