Buenos días, hermanos. Os traigo un relatillo que escribí hace unas semanas y que hasta ahora no había tenido tiempo de publicar. Espero que lo disfrutéis y que la vuelta al cole/uni/trabajo no os esté yendo muy cuesta arriba. ¡Un beso!
El
ajusticiado se arrodilló frente a la plebe sedienta de sangre y colocó,
resignado ya con su cruel sino, la cabeza sobre la base de la lisa piedra.
Estaba tan fría como cabría esperar, aunque sin duda, su gelidez no era en modo
alguno comparable con la del corazón de aquellos que lo habían condenado. Su
húmedo y suave tacto consiguió reconfortarlo durante un efímero instante, mas
la visión del portador de la guadaña — aquél que habría de separarle la cabeza
de los hombros —, vestido con una túnica que no dejaba un solo centímetro de
piel al descubierto, hizo que de nuevo tomara conciencia de lo que estaba a
punto de suceder.
Una
capucha del mismo color que la túnica cubría su rostro, aislándolo así del
resto del mundo, haciéndolo parecer una manifestación alegórica de aquélla a la
que tan fervientemente servía. El ajusticiado sufrió entonces una epifanía
macabra: la muerte había venido a llevárselo, engalanada en su atuendo más
fúnebre.
Los
gritos y abucheos se dejaban oír por toda la plaza, así como los vítores al
verdugo, que contemplaba impasible la escena desde lo alto del patíbulo. El
ajusticiado tragó saliva con dificultad. El final se encontraba cerca: podía
sentirlo en sus huesos, saborearlo en cada bocanada de aire.
Su
cuello desnudo y famélico no opuso
resistencia alguna cuando la afilada hoja rasgó su piel, marcando el inicio de
aquella carnicería impúdica y grotesca. Hicieron falta tres intentos más por
parte del verdugo hasta que finalmente consiguió que la cabeza de aquel infeliz
rodara por tierra.
La
muchedumbre prorrumpió en exaltados gritos de júbilo al ver por fin sus ansias
colmadas. No veían en aquello ningún atentado contra la vida. La ignorancia que
alimentaba sus corazones los había dejado ciegos e indefensos ante la
manipulación de quienes deberían haber perdido realmente la cabeza aquel día.
Aquéllos que robaban al pueblo su dinero y sus cosechas. Aquellos que exprimían
hasta la última gota de su sangre: ratas disfrazadas de satén, ataviadas con
las joyas más finas de la corona.
Y
era así como moría la libertad: en medio de un ensordecedor grito de victoria.
Lo hacía subyugada, como siempre lo había estado desde tiempos inmemoriales, a
la oscura e impotente ignorancia.
Sin palabras....simplemente hermoso
ResponderEliminarMe ha FASCINADO tu forma de escribir. Cada vez más. El primer párrafo me ha sobrecogido, la comparación de "no tan fría como los corazones de esa gente" ha sido muy acertada. Echaba mucho de menos algún escrito tuyo, la verdad, y has cubierto y recubierto mis expectativas. Es un poco triste, eso sí (como vienen siendo tus relatos), pero, como siempre, muy bien descrito.
ResponderEliminar¡Un beso muy fuerte!
Se nota que cuando llevas tiempo sin sacar nada escribes cosas tremendas. y así sigue funcionando la gente no solo en los tiempos de maricastaña. Mientras se pueda ofrecer una distracción para el populacho, los poderosos moverán sus fichas para quedar de nuevo a salvo de sus crímenes.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con los comentarios anteriores. INCREÍBLE.
ResponderEliminarMe recuerda bastante a la realidad de nuestros días. En fin. Enhorabuena por el relato. Ha sido genial.
Me ha encantado =)
ResponderEliminarGenial vocabulario y además te expresas muy bien =)
El relato engancha! ^^
Me ha gustado mucho. Breve, pero de gran calidad. Lo has narrado todo de forma muy elegante (:
ResponderEliminar"Y era así como moría la libertad: en medio de un ensordecedor grito de victoria". Buen guiño a Star Wars (:
Buenas,
ResponderEliminarhemos llegado a ti despues de leer tus relatos en tu blog, y nos gustaria que te unieras a nuestro proyecto de literatura en la red.
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