Guy de Maupassant, "Le Horle"

"¿Has pensado que sólo ves la cienmilésima parte de lo que existe? Considera, por ejemplo, el viento, que es la más grande de las fuerzas de la naturaleza. Derriba a los hombres, destruye casas, arranca los árboles de raíz, agita los mares formando olas gigantescas que azotan los acantilados y lanza los barcos contra los peñascos. El viento silba, ruge, brama, incluso mata a veces. ¿Lo has visto? Sin embargo, existe" (Guy de Maupassant, "Le Horle")

miércoles, 23 de enero de 2013

El aroma de la muerte

Queridos lectores, después de dos meses (o más) sin aparecer por aquí, hoy me he dignado a subir un pequeño relato. Primero de todo os debo una disculpa por haber estado tan ausente de mis blogs y de los vuestros, pero he tenido diversos problemas personales y académicos bastante graves y he me ha resultado completamente imposible estar en activo. De ahora en adelante voy a tratar de sacar tiempo libre y mantener esto en funcionamiento, aunque sea subiendo un relato o dos al mes, y pasándome más o menos regularmente por vuestros blogs. Espero que todo os vaya bien y que la inspiración no os haya abandonado. De nuevo, pido disculpas por haberos tenido tan abandonados, y espero que os guste el relato que, por otra parte, es bastante triste y oscuro. ¡Un beso muy grande!



El penetrante olor a bollería recién horneada reavivó sus sentidos aquella fría mañana invernal. Era un olor inconfundible, si bien empalagoso, que siempre había ejercido sobre ella un efecto conciliador. Mas en el tiempo presente, tras varios meses durante los cuales la enfermedad la había retenido en la cama sin apenas probar bocado, aquel aroma dulzón se le antojó insoportablemente vomitivo.

Ardía en deseos de levantarse de aquel fúnebre camastro que había sido su morada en los últimos tiempos, pero la inmovilidad perpetua a la que la había forzado su madre había entumecido los músculos de su cuerpo maltrecho.

Se le contrajo entonces el estómago en la náusea que precede al vómito. Inspiró con fuerza, tratando de llenar de aire sus pulmones, mas fue en vano. Su inmaculado camisón virginal quedó mancillado por aquel nauseabundo líquido marrón rojizo. Se dejó caer pesadamente sobre la cama, jadeando descontroladamente por el esfuerzo realizado. Cerró los ojos con fuerza, en un intento por transportar su mente a un lugar exótico y desconocido, lejos, muy lejos de aquella habitación envuelta en penumbras.

El médico no le había pronosticado ni cinco meses de vida, pero había permanecido atrapada en ese cuerpo desmadejado y envenenado, cubierto de yagas y cardenales, algo más de año y medio. Y lo que quedaba.

Los ojos se le habían llenado de lágrimas en el mismo instante en que un leve quejido procedente de debajo de la cama rasgó el silencio reinante. Su pequeño felino se compadecía de ella, quizá percibiendo en el tétrico ambiente el inconfundible y fúnebre aroma de la muerte.

Aquel maullido lastimero se dejó sentir en toda la casa, acentuando la tensión que atenazaba los nervios de los que la habitaban. Si los gatos eran capaces de presagiar la llegada de la dama de la guadaña, aquélla era pues una señal inequívoca de que su hora por fin había llegado.

Ladeó la cabeza, dejándola caer suavemente sobre la mullida almohada. Creyó atisbar por el rabillo del ojo, como si de una aparición se tratara, una presencia sin rostro cubierta por un hábito negro como la noche. Aferró la sábana sobre la que yacía con las dos manos, como si en el último momento un miedo irracional a lo que pudiera encontrar al otro lado la hubiese sobrevenido de repente. La presencia avanzó hacia ella, en un movimiento ligero y silencioso que le hizo preguntarse si acaso sus pies habrían rozado el suelo.
           
Sintió deseos de gritar, mas el llanto murió en su garganta, presa de una parálisis que se había apoderado de su cuerpo. La presencia se detuvo junto a su lecho y parecióle que le sonreía. Una sonrisa gélida y vacía que congelaba la sangre de los mortales hasta dejarlos tan fríos como témpanos de hielo. 

4 comentarios:

  1. ¡Aaay, qué grima! (carraspeo, empecemos desde el principio).
    ¡Sííí! Me alegro muchomuchomucho que vuelvas con algo nuevo. Ya te lo dije, pero se te ha echado de menos por aquí, casi nos quedábamos solos Adol, Kirtashalina y yo. XDD
    Total, que me ha gustado mucho. Lo has descrito de una manera impecable, muy característica (quiero decir, se nota que lo has escrito tú ^^), y me ha dado mucha cosilla el final, ahí con la muerte rondando, qué mal rollo. La chica me ha dado una pena tremenda. Y el gato, un halo de brujería espeluznante. También es que yo busco el miedo por donde no lo hay, tengo un canguelo constante. x)

    ¡Espero otro pronto! =D

    ResponderEliminar
  2. Imagino de dónde te ha venido la inspiración a la hora de escribir esto. Me gusta, hablas del miedo y del consuelo final que a todos nos llega y ese consuelo se llama muerte. La aparición de esta me ha recordado a la de American Horror Story Asilum, la muerte llega con alas negras de cuervo para dar su beso fatal y procurar el consuelo a los que agonizan.

    ResponderEliminar
  3. Me gusta, no es terrorífico pero tiene un "algo" oscuro y tétrico :333333
    ¡Por fin vuelves! Se te echaba de menos por estos lares, ojalá vengas más a menudo.

    Un beso (:

    ResponderEliminar
  4. Athenea, antes que nada debo pedir disculpas por mi ausencia durante todo es te tiempo y por no haberme pasado por tus blogs antes.

    Sobre este relato he de decir que me ha encantado. Ya sabes que tus textos tienen "algo" especial que los hace tuyos. No sé. Es un estilo muy personal y fresco que engancha al lector.
    Me ha gustado mucho la ambientación, lo deprimente, lo trágico. Y la chica me ha dado entre pena y grimilla. xD
    Me ha encantado eso de "camisón virginal", jajajaja.
    Enhorabuena. :)
    Un beso.

    ResponderEliminar