Aquí os dejo un relato cuyo argumento ni yo misma comprendo muy bien. Es un poco desconcertante en algunas partes y muy rojo, por así decirlo. Debo reconocer que me inspiré viendo la serie Gran reserva, y que los tres personajes que aparecen en el relato pueden ser fácilmente identificables con algunos personajes de la serie (para aquellos que veis la serie, para los que no, pues os da igual Xd). Espero que os guste y que cada uno saque sus conclusiones, pues, como viene siendo habitual, tiene un final abierto.
—
No tengo por qué darte explicaciones — repliqué ofuscada. Su falta de confianza
en mí era proporcional a la ira que aquello me provocaba. En circunstancias
normales lo habría dejado correr, pero mi hermano tenía el inoportuno don de
encenderme la sangre. Dirigí una mirada furtiva hacia el jarrón de porcelana
china que se encontraba junto a la puerta de entrada. Sería tan fácil golpear
su cabeza con él, descargar toda la rabia que sentía contra ellos en un solo
golpe, seco y certero. La porcelana se haría añicos; la sangre brotaría, espesa
y escarlata, sin control alguno de su cabeza abierta. Su cuerpo desmadejado
caería al suelo sin vida, desparramado, cual muñeca de trapo, sobre la vieja
alfombra de mi madre. La sangre teñiría de rojo el blanco tejido. Su sangre. Mi sangre. La sangre de la familia, tan
pura y antigua como el vino que producíamos. Apreté los puños con fuerza,
dejando que mi mente volviera a tomar control de mi cuerpo. El fratricidio no
iba a ser la solución a mis problemas.
—
Si has mentido a la policía por él…
—
No he mentido.
—
Entonces es verdad. Te has acostado con él.
La
decepción que leí en su mirada me traspasó como un cuchillo, de parte a parte.
Sentí el frío acero de sus gélidas pupilas atravesar mi carne y rasgar mi alma
hasta dejarla hecha girones. Quizá no debería haberle mentido, pero la verdad
tampoco habría conseguido calmar los ánimos. Lo único que importaba era que
había ayudado al enemigo, exponiéndome con ello a mí misma, sin importar las
consecuencias que aquello pudiera acarrear. ¿Y por qué razón? Creía firmemente
en la inocencia de Ángel. Era un bala perdida, pero eso no lo convertía
necesariamente en un asesino. Llamaron a la puerta. La tensión de mis músculos
se alivió ligeramente. Aquella visita aplazaba la discusión con mi hermano
hasta nueva orden. O eso creía yo.
Giré
sobre mis pies y eché a andar en dirección a la puerta. La sangre se tornó
hielo en mis venas al descubrir quién se encontraba tras ella.
—
Ángel, ¿qué estás haciendo aquí?
—
He venido a darte las gracias por lo que hiciste por mí esta mañana en
comisaría. Aunque debo confesar que no acabo de comprender la razón por la que
lo hiciste. ¿Acaso has cambiado de opinión sobre…?
Frenó
en seco al detenerse sus ojos sobre mi hermano. Una media sonrisa comenzó a
formarse en sus labios mientras lo recorría de arriba abajo con una mirada
desdeñosa. Lo observaba, divertido desde su inmensa altura, con un aire de
superioridad que estaba empezando a exasperar a David. Mi hermano, un animal de
sangre caliente, impulsivo y muy poco amigo de guardar las apariencias, estaba
a punto de saltar a su cuello. No había duda: los hombres eran animales de
costumbres.
—
Ángel, creo que lo más conveniente para todos sería que te marchases. Si no te
importa, preferiría dejar para otro momento la conversación que tenemos
pendiente.
—
No lo creo oportuno, Nuria — replicó, la soberbia tiñendo su voz. Alcé la vista
hacia su rostro hasta que nuestros ojos se encontraron. Se me hacía
terriblemente incómodo hablar con una persona cuya altura sobrepasaba el metro
noventa, pero el aura de oscuridad que envolvía su presencia hacia que ese
hombre me resultara, además, intimidante en grado sumo —. Quiero zanjar este
asunto de una vez por todas.
La
mirada que le dirigió a mi hermano fue lo suficientemente clara como para
hacerle comprender que en aquellos momentos su presencia estaba de más. Con el
ímpetu que lo caracterizaba, David descargó un golpe seco sobre la vieja mesa
de madera, para después marcharse de la casa dando un fuerte portazo.
—
Tu hermano tiene carácter — espetó, centrando ahora en mí toda su atención.
Desvié la mirada de su rostro, repentinamente nerviosa ante su presencia. Clavé
mis ojos en su gastada chupa de cuero negro, que casi parecía formar parte de
su piel, al tiempo que le indicaba con un torpe gesto de mi mano que entrara y
tomara asiento. El penetrante aroma a limón que quedó flotando en el aire
cuando pasó junto a mí inundó mis fosas nasales, dejándome sin oxígeno durante
un par de segundos. Me quedé paralizada, observando, con la cabeza embotada, su
estrecha cintura. No me sentía capaz de reaccionar. De nuevo, mi falta de
experiencia me llevó a cometer el error de iniciar una conversación que podía
dar lugar a malentendidos.
—
¿Tenías una relación con esa chica?
No
respondió inmediatamente, lo que me concedió el tiempo necesario para
arrepentirme de haber formulado aquella pregunta.
—
Nos acostábamos de vez en cuando, pero no había nada serio entre nosotros.
Aquella
respuesta no supuso un consuelo para mí, a pesar de que era más que previsible,
dada la fama de mujeriego que Ángel ostentaba en el pueblo. Saqué dos tazas de
café de la vitrina que se encontraba sobre la repisa de la cocina, para después
calentar un poco de leche en el microondas. Supuse que, tras haber pasado tres
noches en el calabozo, una buena taza de café le ayudaría a asentar el cuerpo.
—
No has contestado a mi pregunta, Nuria —
me recordó, su voz a escasos centímetros de mi oído. Un escalofrío recorrió
mi espina dorsal al darme cuenta de que lo tenía tras de mí. ¿Cómo había
conseguido moverse tan rápido y sin que yo lo hubiese advertido? O Ángel era un
hombre muy sigiloso o yo terriblemente despistada — ¿Por qué has mentido a la
policía por mí?
Su
cálido aliento acarició mi oído, enviando espasmos eléctricos por toda mi piel.
Su cabello negro azabache rozó mi cuello, haciéndome cosquillas, mientras que
sus manos fueron a tomar posesión de mi cintura. Ya sabía qué era lo próximo.
No era la primera vez que intentaba aquello conmigo. Pero esta vez no iba a
tolerar que sus labios se posaran sobre mi nuca.
—
Porque a cambio quiero que me dejes en paz de una vez por todas.
La
voz brotó, frágil y entrecortada, de entre mis labios. Las mejillas me ardían
por la vergüenza, y su excesiva proximidad estaba haciendo estragos en mi
sistema nervioso. Con las manos temblorosas agarré las suyas y las aparté de mí
con una brusca sacudida. Una irónica carcajada quedó flotando en el aire, y
decidí que había llegado el momento de mostrarse firme.
—
Quiero que me dejes en paz, Ángel — repetí, dándome la vuelta de forma que
pudiéramos hablar frente a frente —. A mí y a mi familia.
Sus
doradas pupilas quedaron ancladas en las mías. Mi madre ya me había advertido
de la capacidad que los hombres de esa familia tenían para poner ojos de
cordero degollado, pero eso no evitó que cayera en la trampa. Entreabrí los
labios con la intención de reprenderlo por su falta de honestidad, mas me vi
incapaz de pronunciar palabra alguna. Viéndose vencedor en la batalla, inclinó
su rostro hacía el mío, al tiempo que apoyaba las manos contra el armarito que
había tras de mí, de forma que quedé atrapada por su esbelto cuerpo. Sus labios
atraparon los míos con ímpetu inusitado. Traté de zafarme de su agarre, pero él
no hizo sino aumentar la presión que su cuerpo estaba ejerciendo sobre el mío.
Enredó su lengua con la mía, mientras una de sus manos descendía hacía la curva
de mi cuello y la acariciaba suavemente con la punta de sus dedos. Apenas era
consciente del contraste entre la vehemencia de sus besos y la dulzura de sus
caricias, pues mi mente se había desconectado de mi cuerpo, y apenas era capaz
de formular un pensamiento coherente, más allá del nombre de Ángel.
Nuestros
labios se separaron por un instante fugaz, el suficiente como para que se
formase en mi retina la imagen de un vívido color rojizo. Rojo como el vino de
nuestra tierra; rojo como la pasión más desgarradora; rojo como la llama de un
fuego ardiente y violento, incontrolable. Rojo sangre. Fue entonces cuando me
di cuenta del gran error que había cometido. Me aferré con ambas manos al borde
de la repisa de madera, sintiendo que las fuerzas me fallaban. Tragué saliva
abruptamente, consciente de que en pocos segundos mi cuerpo saciaría la sed de
sangre de aquel monstruo sin piedad. Aquél que había acabado con la vida de esa
pobre desdichada.
Sus labios se curvaron en una sonrisa siniestra que congeló
la sangre de mis venas. Sus ojos recorrieron mi cuerpo con una mirada
hambrienta, mientras que sus manos agarraron mis caderas con un ímpetu posesivo
y demandante.
— ¿Dónde está el dormitorio?
Confieso que aquella pregunta me descolocó. Si su intención
era matarme, ¿por qué no lo hacía allí mismo? ¿Por qué en su rostro no percibía
otro sentimiento más allá de la lujuria más primitiva? No era aquél el
semblante de un asesino, y, sin embargo, esa dichosa imagen rojiza seguía
torturando mi mente, reticente aún a abandonarla.
— ¿Nuria? — insistió el presunto asesino con voz apremiante,
al tiempo que presionaba su duro cuerpo contra el mío. Un gemido de sorpresa
brotó de mis labios al percatarme de sus verdaderas intenciones para conmigo.
— Ángel, creo que sería mejor que te marcharas — acerté a
decir, la voz temblándome por la tensión acumulada. Lejos de hacerme caso,
incrementó la presión de sus manos sobre mi cintura. Su mirada dorada recorrió
mi pecho, dejando a su paso una estela de deseo incandescente.
— ¿Dónde está el dormitorio? — repitió, la impaciencia
tiñendo su voz, antes de atrapar el lóbulo de mi oreja entre sus blancos
dientes. Una corriente cálida y hormigueante descendió por mi cuerpo,
transformando el hielo de mis venas en fuego líquido. Siguiendo mis más bajos
instintos, me agarré a su cintura, restregándome desinhibidamente contra su
cuerpo.
— Al fondo a la izquierda — respondí finalmente con voz
jadeante. Ángel esbozó una media sonrisa de hiena que produjo en mí
sentimientos encontrados. Apenas era consciente de lo que estaba a punto de
suceder. Había dejado de ser un animal racional, quedando sometida a mis deseos
más primarios.
Un halo de comprensión deslumbró mi mente en el instante en
que Ángel me alzó en sus brazos y me condujo hacia el dormitorio. La visión
rojiza nada tenía que ver con la sangre derramada. La visión rojiza no era sino
una alegoría de la indómita lujuria que nos poseía. Una lujuria escarlata como
el fuego. Una lujuria color rojo sangre.
¡Hola!
ResponderEliminarVaya, estoy verdaderamente asombrada del relato. No era lo que me esperaba, pero sin duda, me a dejado con ganas de saber si esa lujuria roja, puede llegar a hacer que cometan otros tantos errores.
A estado fantástico. Me ha encantado la sutileza a la hora de leer el relato y ha hecho que quiera más.
Un beso.
¡Hola!
ResponderEliminarBueno, he de decir que me gusta mucho el estilo propio que has ido consiguiendo a la hora de escribir desde que nos conocemos. Me encanta el vocabulario que utilizas y las frases que pones.
Sobre el relato decir que no he visto "Gran Reserva", por lo que no conozco a los personajes y no los puedo identificar. Sin embargo me ha gustado, aunque no lo he podido asociar con nada y me he sentido un poco "perdida" porque no sabía realmente si había algo más detrás de la trama de tu relato o es eso simplemente. :)
Un saludo.
Ya te he dicho quienes eran los personajes por Facebook y ahora toca comentario. Menos mal que he entrado en el Tuenti y he visto el aviso. Como siempre tus personajes transmiten fuerza y estos en especial la parejita son muy expresivos. Intenta hacer lo contrario. Te reto. Ya sabes a qué me refiero querida.
ResponderEliminarIncreíble. No, no he visto Gran Reserva, pero no creo que me haya sentido aturdida precisamente por eso, sino porque ha sido como abrir un libro por la mitad y comenzar a leer una página al azar. Por eso y por el magnetismo de Ángel.
ResponderEliminarRespecto a lo primero aclarar que es un cumplido. No pareces una escritora novel, ni si quiera amateur, has parecido una profesional. Me ha impactado mucho leer esto en un blog, y sé que no exagero.
Los personajes están muy bien trazados, los sucesos bien narrados, los sentimientos de duda y lujuria muy bien entrelazados.
Que te voy a decir que no haya dicho ya. Hacía casi un año que no me pasaba por Blogger, pero recuerdo que a veces pasaba por tu blog. ¡Ahora dudo que pueda salir!
Saludos (:
¡hola! llevo mucho tiempo leyendo tu blog y siempre me ha encantado tu estilo, tu forma de contar las cosas y de describir a los personajes, echo de menos algunas de tus antiguas historias y que subas entradas tan a menudo como antes pero este relato ha sido impresionante,la espera ha valido la pena desde luego, no he visto nunca la serie Gran Reserva pero después de leer esto me están entrando ganas de verla. Espero con impaciencia tu siguiente relato :)
ResponderEliminarMaravilloso relato, con unas descripciones de pensamientos y de sentimientos muy buenas ^^
ResponderEliminarMe ha enganchado! ^^
Espero poder pasarme de nuevo por aquí muy pronto ^^
Un besito!