Guy de Maupassant, "Le Horle"

"¿Has pensado que sólo ves la cienmilésima parte de lo que existe? Considera, por ejemplo, el viento, que es la más grande de las fuerzas de la naturaleza. Derriba a los hombres, destruye casas, arranca los árboles de raíz, agita los mares formando olas gigantescas que azotan los acantilados y lanza los barcos contra los peñascos. El viento silba, ruge, brama, incluso mata a veces. ¿Lo has visto? Sin embargo, existe" (Guy de Maupassant, "Le Horle")

viernes, 26 de abril de 2013

Rojo sangre


Aquí os dejo un relato cuyo argumento ni yo misma comprendo muy bien. Es un poco desconcertante en algunas partes y muy rojo, por así decirlo. Debo reconocer que me inspiré viendo la serie Gran reserva, y que los tres personajes que aparecen en el relato pueden ser fácilmente identificables con algunos personajes de la serie (para aquellos que veis  la serie, para los que no, pues os da igual Xd). Espero que os guste y que cada uno saque sus conclusiones, pues, como viene siendo habitual, tiene un final abierto. 




— No tengo por qué darte explicaciones — repliqué ofuscada. Su falta de confianza en mí era proporcional a la ira que aquello me provocaba. En circunstancias normales lo habría dejado correr, pero mi hermano tenía el inoportuno don de encenderme la sangre. Dirigí una mirada furtiva hacia el jarrón de porcelana china que se encontraba junto a la puerta de entrada. Sería tan fácil golpear su cabeza con él, descargar toda la rabia que sentía contra ellos en un solo golpe, seco y certero. La porcelana se haría añicos; la sangre brotaría, espesa y escarlata, sin control alguno de su cabeza abierta. Su cuerpo desmadejado caería al suelo sin vida, desparramado, cual muñeca de trapo, sobre la vieja alfombra de mi madre. La sangre teñiría de rojo el blanco tejido. Su sangre. Mi sangre. La sangre de la familia, tan pura y antigua como el vino que producíamos. Apreté los puños con fuerza, dejando que mi mente volviera a tomar control de mi cuerpo. El fratricidio no iba a ser la solución a mis problemas.
           
— Si has mentido a la policía por él…
           
— No he mentido.
           
— Entonces es verdad. Te has acostado con él.
           
La decepción que leí en su mirada me traspasó como un cuchillo, de parte a parte. Sentí el frío acero de sus gélidas pupilas atravesar mi carne y rasgar mi alma hasta dejarla hecha girones. Quizá no debería haberle mentido, pero la verdad tampoco habría conseguido calmar los ánimos. Lo único que importaba era que había ayudado al enemigo, exponiéndome con ello a mí misma, sin importar las consecuencias que aquello pudiera acarrear. ¿Y por qué razón? Creía firmemente en la inocencia de Ángel. Era un bala perdida, pero eso no lo convertía necesariamente en un asesino. Llamaron a la puerta. La tensión de mis músculos se alivió ligeramente. Aquella visita aplazaba la discusión con mi hermano hasta nueva orden. O eso creía yo.
           
Giré sobre mis pies y eché a andar en dirección a la puerta. La sangre se tornó hielo en mis venas al descubrir quién se encontraba tras ella.
           
— Ángel, ¿qué estás haciendo aquí?
           
— He venido a darte las gracias por lo que hiciste por mí esta mañana en comisaría. Aunque debo confesar que no acabo de comprender la razón por la que lo hiciste. ¿Acaso has cambiado de opinión sobre…?
           
Frenó en seco al detenerse sus ojos sobre mi hermano. Una media sonrisa comenzó a formarse en sus labios mientras lo recorría de arriba abajo con una mirada desdeñosa. Lo observaba, divertido desde su inmensa altura, con un aire de superioridad que estaba empezando a exasperar a David. Mi hermano, un animal de sangre caliente, impulsivo y muy poco amigo de guardar las apariencias, estaba a punto de saltar a su cuello. No había duda: los hombres eran animales de costumbres.
           
— Ángel, creo que lo más conveniente para todos sería que te marchases. Si no te importa, preferiría dejar para otro momento la conversación que tenemos pendiente.
           
— No lo creo oportuno, Nuria — replicó, la soberbia tiñendo su voz. Alcé la vista hacia su rostro hasta que nuestros ojos se encontraron. Se me hacía terriblemente incómodo hablar con una persona cuya altura sobrepasaba el metro noventa, pero el aura de oscuridad que envolvía su presencia hacia que ese hombre me resultara, además, intimidante en grado sumo —. Quiero zanjar este asunto de una vez por todas.
           
La mirada que le dirigió a mi hermano fue lo suficientemente clara como para hacerle comprender que en aquellos momentos su presencia estaba de más. Con el ímpetu que lo caracterizaba, David descargó un golpe seco sobre la vieja mesa de madera, para después marcharse de la casa dando un fuerte portazo.
           
— Tu hermano tiene carácter — espetó, centrando ahora en mí toda su atención. Desvié la mirada de su rostro, repentinamente nerviosa ante su presencia. Clavé mis ojos en su gastada chupa de cuero negro, que casi parecía formar parte de su piel, al tiempo que le indicaba con un torpe gesto de mi mano que entrara y tomara asiento. El penetrante aroma a limón que quedó flotando en el aire cuando pasó junto a mí inundó mis fosas nasales, dejándome sin oxígeno durante un par de segundos. Me quedé paralizada, observando, con la cabeza embotada, su estrecha cintura. No me sentía capaz de reaccionar. De nuevo, mi falta de experiencia me llevó a cometer el error de iniciar una conversación que podía dar lugar a malentendidos.
           
— ¿Tenías una relación con esa chica?
           
No respondió inmediatamente, lo que me concedió el tiempo necesario para arrepentirme de haber formulado aquella pregunta.
           
— Nos acostábamos de vez en cuando, pero no había nada serio entre nosotros.
           
Aquella respuesta no supuso un consuelo para mí, a pesar de que era más que previsible, dada la fama de mujeriego que Ángel ostentaba en el pueblo. Saqué dos tazas de café de la vitrina que se encontraba sobre la repisa de la cocina, para después calentar un poco de leche en el microondas. Supuse que, tras haber pasado tres noches en el calabozo, una buena taza de café le ayudaría a asentar el cuerpo.
           
— No has contestado a mi pregunta, Nuria —  me recordó, su voz a escasos centímetros de mi oído. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal al darme cuenta de que lo tenía tras de mí. ¿Cómo había conseguido moverse tan rápido y sin que yo lo hubiese advertido? O Ángel era un hombre muy sigiloso o yo terriblemente despistada — ¿Por qué has mentido a la policía por mí?
           
Su cálido aliento acarició mi oído, enviando espasmos eléctricos por toda mi piel. Su cabello negro azabache rozó mi cuello, haciéndome cosquillas, mientras que sus manos fueron a tomar posesión de mi cintura. Ya sabía qué era lo próximo. No era la primera vez que intentaba aquello conmigo. Pero esta vez no iba a tolerar que sus labios se posaran sobre mi nuca.   
           
— Porque a cambio quiero que me dejes en paz de una vez por todas.
           
La voz brotó, frágil y entrecortada, de entre mis labios. Las mejillas me ardían por la vergüenza, y su excesiva proximidad estaba haciendo estragos en mi sistema nervioso. Con las manos temblorosas agarré las suyas y las aparté de mí con una brusca sacudida. Una irónica carcajada quedó flotando en el aire, y decidí que había llegado el momento de mostrarse firme.
           
— Quiero que me dejes en paz, Ángel — repetí, dándome la vuelta de forma que pudiéramos hablar frente a frente —. A mí y a mi familia.
           
Sus doradas pupilas quedaron ancladas en las mías. Mi madre ya me había advertido de la capacidad que los hombres de esa familia tenían para poner ojos de cordero degollado, pero eso no evitó que cayera en la trampa. Entreabrí los labios con la intención de reprenderlo por su falta de honestidad, mas me vi incapaz de pronunciar palabra alguna. Viéndose vencedor en la batalla, inclinó su rostro hacía el mío, al tiempo que apoyaba las manos contra el armarito que había tras de mí, de forma que quedé atrapada por su esbelto cuerpo. Sus labios atraparon los míos con ímpetu inusitado. Traté de zafarme de su agarre, pero él no hizo sino aumentar la presión que su cuerpo estaba ejerciendo sobre el mío. Enredó su lengua con la mía, mientras una de sus manos descendía hacía la curva de mi cuello y la acariciaba suavemente con la punta de sus dedos. Apenas era consciente del contraste entre la vehemencia de sus besos y la dulzura de sus caricias, pues mi mente se había desconectado de mi cuerpo, y apenas era capaz de formular un pensamiento coherente, más allá del nombre de Ángel.
           
Nuestros labios se separaron por un instante fugaz, el suficiente como para que se formase en mi retina la imagen de un vívido color rojizo. Rojo como el vino de nuestra tierra; rojo como la pasión más desgarradora; rojo como la llama de un fuego ardiente y violento, incontrolable. Rojo sangre. Fue entonces cuando me di cuenta del gran error que había cometido. Me aferré con ambas manos al borde de la repisa de madera, sintiendo que las fuerzas me fallaban. Tragué saliva abruptamente, consciente de que en pocos segundos mi cuerpo saciaría la sed de sangre de aquel monstruo sin piedad. Aquél que había acabado con la vida de esa pobre desdichada.
           
Sus labios se curvaron en una sonrisa siniestra que congeló la sangre de mis venas. Sus ojos recorrieron mi cuerpo con una mirada hambrienta, mientras que sus manos agarraron mis caderas con un ímpetu posesivo y demandante.

— ¿Dónde está el dormitorio?
           
Confieso que aquella pregunta me descolocó. Si su intención era matarme, ¿por qué no lo hacía allí mismo? ¿Por qué en su rostro no percibía otro sentimiento más allá de la lujuria más primitiva? No era aquél el semblante de un asesino, y, sin embargo, esa dichosa imagen rojiza seguía torturando mi mente, reticente aún a abandonarla.
           
— ¿Nuria? — insistió el presunto asesino con voz apremiante, al tiempo que presionaba su duro cuerpo contra el mío. Un gemido de sorpresa brotó de mis labios al percatarme de sus verdaderas intenciones para conmigo.
           
— Ángel, creo que sería mejor que te marcharas — acerté a decir, la voz temblándome por la tensión acumulada. Lejos de hacerme caso, incrementó la presión de sus manos sobre mi cintura. Su mirada dorada recorrió mi pecho, dejando a su paso una estela de deseo incandescente.
           
— ¿Dónde está el dormitorio? — repitió, la impaciencia tiñendo su voz, antes de atrapar el lóbulo de mi oreja entre sus blancos dientes. Una corriente cálida y hormigueante descendió por mi cuerpo, transformando el hielo de mis venas en fuego líquido. Siguiendo mis más bajos instintos, me agarré a su cintura, restregándome desinhibidamente contra su cuerpo.
           
— Al fondo a la izquierda — respondí finalmente con voz jadeante. Ángel esbozó una media sonrisa de hiena que produjo en mí sentimientos encontrados. Apenas era consciente de lo que estaba a punto de suceder. Había dejado de ser un animal racional, quedando sometida a mis deseos más primarios.
           
Un halo de comprensión deslumbró mi mente en el instante en que Ángel me alzó en sus brazos y me condujo hacia el dormitorio. La visión rojiza nada tenía que ver con la sangre derramada. La visión rojiza no era sino una alegoría de la indómita lujuria que nos poseía. Una lujuria escarlata como el fuego. Una lujuria color rojo sangre.

6 comentarios:

  1. ¡Hola!


    Vaya, estoy verdaderamente asombrada del relato. No era lo que me esperaba, pero sin duda, me a dejado con ganas de saber si esa lujuria roja, puede llegar a hacer que cometan otros tantos errores.

    A estado fantástico. Me ha encantado la sutileza a la hora de leer el relato y ha hecho que quiera más.


    Un beso.

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  2. ¡Hola!

    Bueno, he de decir que me gusta mucho el estilo propio que has ido consiguiendo a la hora de escribir desde que nos conocemos. Me encanta el vocabulario que utilizas y las frases que pones.

    Sobre el relato decir que no he visto "Gran Reserva", por lo que no conozco a los personajes y no los puedo identificar. Sin embargo me ha gustado, aunque no lo he podido asociar con nada y me he sentido un poco "perdida" porque no sabía realmente si había algo más detrás de la trama de tu relato o es eso simplemente. :)

    Un saludo.

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  3. Ya te he dicho quienes eran los personajes por Facebook y ahora toca comentario. Menos mal que he entrado en el Tuenti y he visto el aviso. Como siempre tus personajes transmiten fuerza y estos en especial la parejita son muy expresivos. Intenta hacer lo contrario. Te reto. Ya sabes a qué me refiero querida.

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  4. Increíble. No, no he visto Gran Reserva, pero no creo que me haya sentido aturdida precisamente por eso, sino porque ha sido como abrir un libro por la mitad y comenzar a leer una página al azar. Por eso y por el magnetismo de Ángel.
    Respecto a lo primero aclarar que es un cumplido. No pareces una escritora novel, ni si quiera amateur, has parecido una profesional. Me ha impactado mucho leer esto en un blog, y sé que no exagero.
    Los personajes están muy bien trazados, los sucesos bien narrados, los sentimientos de duda y lujuria muy bien entrelazados.
    Que te voy a decir que no haya dicho ya. Hacía casi un año que no me pasaba por Blogger, pero recuerdo que a veces pasaba por tu blog. ¡Ahora dudo que pueda salir!
    Saludos (:

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  5. ¡hola! llevo mucho tiempo leyendo tu blog y siempre me ha encantado tu estilo, tu forma de contar las cosas y de describir a los personajes, echo de menos algunas de tus antiguas historias y que subas entradas tan a menudo como antes pero este relato ha sido impresionante,la espera ha valido la pena desde luego, no he visto nunca la serie Gran Reserva pero después de leer esto me están entrando ganas de verla. Espero con impaciencia tu siguiente relato :)

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  6. Maravilloso relato, con unas descripciones de pensamientos y de sentimientos muy buenas ^^
    Me ha enganchado! ^^
    Espero poder pasarme de nuevo por aquí muy pronto ^^
    Un besito!

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